Te pides una Alhambra verde, para celebrar que es sábado, y al subir las escaleras mecánicas, te das de bruces con gente con ganas de salir, arremolinada en una plaza llena de flores de San Valentín. El invierno no se palpa, hace veinte grados a la sombra, se escucha el murmullo de los recién quedados y una media circunferencia rodea un escenario improvisado en el que canta una chiquilla de la Foia, acompañada por un mandango guitarrista improvisando, junto a un argentino, un senegalés rapeando, un talentoso gitano al cajón, y otro chavalico de la Fragua a la percusión. El titiritero, sin esposas, podría ser un concejal de cultura hiperactivo, y las cuerdas, que diferencian a las personas de las marionetas, los niños que dan rienda suelta a su particular visión de la música, o el perro que se pone patas arriba representando, a la perfección, la excitación contagiosa que allí se respira.
Alicantinamente maravilloso
Si te preguntan ¿En qué ciudad te gustaría vivir? ¿Qué responderías?…
Omitamos nombres, por un momento, y pongámonos en una situación cualquiera. Un sábado, después de comprar, en el mercado, algo de pescado recién traído del puerto de Santa Pola, unos jalapeños y fruta de la Vega Baja.
Esa es la ciudad que yo quiero, y la que, a veces, tengo. La que suena a rap, a reggae, a cantautor… la que tiende puente(grama)s al mundo y entiende su condición de puerto Mediterráneo, haciéndole hueco a todos los que sienten el castillo como propio y la vida, como días que hay que paladear.
Esa ciudad que entiende que el síndrome de down no es una enfermedad, que aplaude el coraje y el talento, que entiende que, aún, tenemos mucho que aprender de los gitanos, que los negros tienen muchas cosas que contar (y no les dejamos). Una ciudad con futuro, en la que los extranjeros nos sentimos alicantinos y el turismo se vende haciendo creer que esto es lo habitual, para que, más temprano que tarde, lo acabe siendo.
Allí, alrededor de un niño de 9años cantando una soleá, dos valencianas reconocieron tener envidia, gente del interior de la provincia hablaba de lo diferente que sonaba esto, comparado con lo que se lee sobre el tardeo alicantino en los «periódicos oficiales», y los guiris, bailaban con las chonis, los «marginados» repartían rosas rojas, los repeinados se descamisaban y los hipsters sentían nostalgia del Sonorama.
Esa es la ciudad que algún@s se perdieron por hacer lo de siempre. Pero no os preocupéis porque sigue habiendo gente dispuesta a que la historia se repita, quizá con otro guion, tal vez en otro escenario, puede que con la ironía empancartada y que suene diferente, pero seguramente será igual de divertido e igual de alicantinamente maravilloso.
Anónimo dice
Estupenda sinopsis y estupendo el rato que pasamos los que allí estuvimos. Un aplauso para la gente de puentegramas!! 😉
María
Anónimo dice
Cuantas cosas desconocidas e interesantes.
Me hubiera gustado estar ahí con mi hija.
Lucía
MrGipu dice
Magia urbana,vida mágica