Alicante no está acostumbrada al frío… o eso dicen. Porque la sangre caliente se compagina a la perfección con la respuesta polar, todo es una cuestión de buscar un punto de encuentro entre una letra con tintes tristes y una interpretación bailable, que haga que pasarlo bien sea compatible con reflexionar.
Y así, con la calefacción apagada llegó Borja, sólo, como el protagonista de sus canciones. Se sentó en una silla equilibrada sobre la tarima donde normalmente pinchan los dj´s. Tras él una lámpara de luz tenue y en la pared un monigote suicida y unos cuantos cuadros para no olvidar que, más allá de las palabras, el arte es algo más que morirte de frío.
Aforo completo en el Söda, engalanado para su sexto cumpleaños. El protagonista se muestra sorprendido de la respuesta de la gente, aunque parece avisado de que aquí el público no suele ser demasiado respetuoso con los artistas. Por lo que, bien asesorado, nos avisa de que estamos allí para guardar silencio mientras él canta, o en su defecto, para cantar mientras él interpreta canciones de su terna de discos.
Parece que lo hemos entendido y el acuerdo se firma con un aplauso, seguido de una tos que precede a la primera canción del último disco y del concierto: «siempre». Se ha agotado el tiempo para escaparse. Dos fan´s jovenzuelas se sientan en la primera fila… los flashes de los móviles empiezan a marcar la intermitencia y tras «intentar que pase» con la canción que da título al disco que presenta, mi canción favorita del mismo: «sábados».
No lo parecía, pero como en una cabaña en mitad de un paraje nevado, los presentes vamos congeniando, desprendiendo el calor de emocionarnos con una misma letra interpretada de setenta formas diferentes. Recordamos las amistades del 2016, antes de entristecernos con «parapapás», no me falles y heridas cicatrizando a medida que Borja se va dando cuenta de que sin hacer apenas nada, tiene al público en el bolsillo.
Alicante no es lo que parece… y el artista aprovecha para hacer un alegato de las salas, mejor hogar para la música que cualquier festival que se precie. En eso, quizá porque somos casi coetáneos, también coincidimos. Y la mayoría de los presentes, así lo entienden, también.
Suenan «Crece», «planes» una versión de «Tu tristeza» de Enrique Urquijo… incluso hay un amago de recuerdo a Antonio Vega, una reivindicación por la música de autor «indie», un compromiso de volver con banda y un final preparado con los hits: «Momentos similares«, «La juventud y el tiempo», «el cariño (versión 2014)», un paso más atrás con «la guerra y las faltas»…
Los que no saben de esto le instan a repetir canciones (como si fuera un novato), o a hacer versiones (como si estuvieran en una fiesta de pueblo viendo a una orquesta).
Así pasen cinco años, o como en este caso: 6. Porque en 2012 confluyó el comienzo de la carrera discográfica de Modelo de Respuesta Polar y el despegue del Söda. En este tiempo, ha habido crisis, crecimientos personales, accidentes, cambios… y no sabemos bien lo que queda de «todo lo que fui(mos)» pero ahí seguimos, con más arrugas, más sabiduría y las mismas ganas de vivir la vida: con sangre caliente y respuestas polares.
Lo único evidente es que el hilo conductor de ambas historias es la música, porque una narración (a secas) sin BSO no sería lo mismo, o, al menos, no tiene la misma razón de ser. Por eso, nuestro deseo al soplar las velas es que la música en directo siga formando parte de la programación del Söda y que Borja vuelva pronto a visitarnos.
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