Redacción Elche
-«Gracias por la puntualidad, parece carecer de importancia pero la desesperación es muy mala.»-
El viernes, a eso de las 21:00, con un poquito de frío nos fuimos para la sala La Llotja de Elche. Parecía que iba a ser una noche cualquiera, un poquito de música y para casa, pero no fue así…
Estar en La Llotja hace recrear el estilo más underground de conciertos de bandas, y eso mola mucho porque es todo más cercano, menos agobiante y puedes moverte libremente. Elche lo necesita y los ilicitanos que amamos la música, también. Y si encima toca un grupo «autóctono»: mejor.
Moverse es algo que parece implícito al hablar de cualquier concierto, pero no siempre tenemos la misma motivación. El público estaba predispuesto. 10 años de luz dan para mucho y, en general, los asistentes venían «aprendidos» de casa. A pesar de los vaivenes del repertorio, bailábamos cual metrónomo. Era simple, sólo había que dejarse llevar por la caña que le pegaban a los bajos. Un ritmo y un sonido duros, pero duros de los que molan y te hacen vibrar, lejos de la fama «indie» que les precede desde aquel «invierno» que tantas veces hemos rememorado.
Una cosa que nos encantó fue el tema de las colaboraciones; no vinieron Iván Ferreiro, Izal, ni Dani Martín (este último, por suerte), pero la presencia de algunos viejos amigos de Sean (Aldo Narejos, Oscar Vasco, Jesús de Alan Parrish…), dinamizó mucho el concierto. Recordad: ¡dinamización! Es algo básico. A título personal considero que colaborar, como seres sociales y fiesteros que somos, es imprescindible y maravilloso.
¿Y qué nos tiene que decir Sean? Pues poca cosa. Calor ya sabíamos que hacía, y mucho. Queríamos saber alguna anécdota de su ciudad natal, aprovechando la visita a Elche. Algo de apego… Una pena que no hubiera buena relación con el micro, en ningún sentido, porque la música fue espectacular.
Pero como remedio a esto entró en juego el público. Tras el repaso a 10 años de carrera llegó LA canción. LA que revienta, y que se revienta desde hace años ya, pero ahí estamos dándolo todo hasta terminar de explotar nosotros también. Porque, aunque nos quejemos, es innegable que cuando suena la canción que podemos cantar de ‹‹pe a pa››, porque nos la sabemos mejor que el DNI, nos dejamos el alma con ella; nos digan de hacer el pino; o que no sea el final del concierto (si no nos iríamos demasiado eufóricos) en nuestro recuerdo lo será. Será el deseo de una noche más.
Deja una respuesta