La Bien Querida cerró, el pasado miércoles, una nueva edición del ciclo “Momentos Alhambra en el escenario” por el que esta temporada han pasado Marwan y Varry Brava.
Ana Fernández es una cantante especial, diferente, que hace magia con las palabras, que te enternece con la simpleza y te pone los pelos de punta con canciones que, si tienes un mínimo de empatía sentimental, calientan tu ternura como uno de aquellos cazos en los que mi abuela hervía la leche a fuego lento.
Llegó almidonada por el efecto de un par de Alhambras en el Camerino. Una pizca de emoción recordando a su padre, un breve repaso a doce años de carrera que empezaron “sin ninguna pretensión” y un descuidado muestreo de vida entre Bilbao, Madrid y Granada.
Ya sobre el escenario, junto a David Rodríguez (La Estrella de David) y un Mac para “disparar” bases electrónicas, viajamos por la discografía de La Bien Querida.
El formato diferente, da licencia a los artistas para bucear por canciones que no tocan habitualmente y eso se agradece. De repente, me vi en uno de aquellos días lluviosos cuando vivía en el norte, y me resguardaba del diluvio con la música de Le Mans, Tulsa, La Buena Vida y, claro, La Bien Querida. Entonces “Romancero” era una especie de liturgia para no falsear estados como el cansancio, la pena o la nostalgia que ahora se esconden tras instantáneas vacías y Stories de Instagram.
Seguramente, por eso, me gusta La Bien Querida. Porque la vida no es perfecta, y puedes tomarte dos cervezas y creer que todo es de color de rosa, pero no hay porque esconder que cuando ese efecto se pasa el 10 puede convertirse en un 9,6 o que aunque desees que sea verano, hay que saber valorar que “de momento, estamos en abril” o nos podemos cagar en los “poderes extraños” que nos vuelven despojos de la dependencia.
La debilidad es el punto de partida de tu crecimiento personal. Y para eso no hacen falta chistes ni speachs interminables explicando letras que ya reinterpretamos cada uno a nuestra manera. Da igual que el 80% del público no sea capaz de acompañar la canción con palmas, o que la hora de dormir de David se haya pasado. La vida puede ser tan simple como unas cuantas notas tocadas como los juglares de otros siglos y adornadas con un toque de sinte con caja de ritmos con batuta.
“Muero de amor” y como yo las 150 presentes que salimos “haciendo eses” de placer. La recopensa es imaginar que David es Jota, que mañana no hay que trabajar y que pronto Meet & Live y Alhambra anunciarán nuevos nombres para que estas noches de miércoles sigan sobreviviendo más allá del verano.
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