Un político debe tener empatía y saber escuchar y más si asume que su papel en la historia no es ser protagonista, sino facilitar el camino de los que sí lo son: los ciudadanos, o en el caso que nos atañe, los profesionales de las artes escénicas.
Cuando uno lleva semanas sin comer, tiene un concepto del pan mucho más real que el que lo tiene en su mesa por regla general. El hambriento, más que como un alimento, lo concibe como un deseo, un fin o una necesidad. El acto de morderlo es similar en los dos casos, pero el hambriento valorará en mayor medida el gusto, las sensaciones que el pedazo despierta en su boca y el proceso, en si, de acabar con su hambre.
Metáforas al margen, ayer Julia Parra hizo su trabajo y constituyó una mesa de trabajo con representantes de siete asociaciones y colectivos profesionales de las artes escénicas de Alicante y de la Comunitat Valenciana. El corta-pega de la nota de prensa de la Diputación lo podéis leer, repetido, en cualquier periódico/revista local y en la Web de la «Institución transversal».
La realidad es que un político, generalmente, no tiene ni puta idea de lo que supone ser artista, o en este caso actriz/técnico/bailarín/promotor… pero tiene en su mano los medios para solucionar gran parte de los problemas que un colectivo determinado puede tener.
Su labor es sencilla, aunque a veces, no sabemos bien porqué la compliquen: escuchar. ¿escuchas al virólogo en una pandemia? ¿al hostelero cuando quieres fomentar la gastronomía local? Pues paradógicamente, se ha convertido en noticia algo tan simple como que el colectivo de artes escénicas reclame tener voz en lo que atañe a su trabajo: la contratación, la creación de un circuito, el gasto del presupuesto destinado para que no se queden sin pan…
El otro día, un artista local, hizo un símil que podría resumir bien el fin de todo ésto: Cuando un político va a una fiesta, se limita a hacerse la foto en el sarao que «los profesionales de la fiesta (valga la redundancia)» han montado, en parte, en suelo público y con el dinero que la institución de turno les ha cedido. La justicia poética, o en este caso escénica, sería que en la cultura ocurriera lo mismo y que ese mismo político, se hiciera la foto en el teatro/auditorio/calle pública de turno disfrutando de lo que los profesionales de la cultura han ideado.
Al menos, el primer paso para ello parece haberse dado… veremos quién hace de panadero en todo ésto.
Participantes (que no todos los implicados):
- Associació de Professionals de Circ de la Comunitat Valenciana (APCCV),
- Plataforma de Professionals del Teatre de la provincia d’Alacant (Protea),
- l’Associació de Professionals de Dança de la Comunitat Valenciana (APDCV),
- Asociación Valenciana de Empresas de Danza (AVED)
- l’Associació de Distribuïdors Valencians d’AAEE i Müsica (Advaem).
- Representantes del Comité Escèniques Associació de Creadors i Creadores d’Arts Escèniques Valencianes y de la Asociación de Empresas de Artes Escénicas de la Comunitat Valenciana (Avetid).
PD: Recuperando la metáfora del pan, convendría no olvidar que el pan es un derecho y que conviene repartirlo no sea que el empacho acabe dejándote, aparte de hambriento, vendido, sólo y, en la misma situación del que se sienta a comer olvidando que algún día pasó hambre…
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