El Campello fue el primero en prohibir fumar en las Playas y ahora, Núñez Feijoó ha subido la apuesta: Tabaco sí, pero siempre con distancia de seguridad. Y a día de hoy, éso es casi una utopía, teniendo en cuenta que Fumar en la calle es «un factor transmisor». Pero también es una fuente de suciedad o un debate que lleva años abierto, más o menos, el tiempo que hace que se aprobó la, entonces discutida, Ley Antitabaco del 2006 que, como ahora pretende la Xunta y parece que van a secundar otras comunidades, cambió los hábitos de muchos espacios y personas de este país.
Unos, los fumadores, lo ven como una persecución, otros, como un alivio necesario en esta sociedad que confunde derechos con placeres particulares, y deja de lado la empatía, más visible cuando uno es padre, o tiene un olfato superdesarrollado que no concibe la mezcla de tomarse un café, o una cerveza, inhalando el humo del puro de un viejete o el canuto de un porreta.
La disyuntiva está ahí. Lo de «prohibido prohibir» era un buen principio para los hippies, pero visto el post-confinamiento, parece que la palabra «responsabilidad» ha dejado de tener significado en determinados extractos de la ciudadanía.
Debería ser tan simple como aprender a gestionar los límites, pero a algunos, les das la mano, y el brazo se les acaba quedando corto. Lo fácil es decir que pagamos justos por pecadores, pero en realidad, el civismo, al margen de un análisis particular de lo que te gustaría que fuera el futuro, debería ser una constante que no es. Pasa en el Autobús, en el Tram, en los paseos de los perros de algunos barrios, en la sala de espera del médico, en el que envuelve cada magdalena del paquete de mercadona en un plástico, la que tira la bolsa de basura fuera del contenedor… y, también, en las zonas en las que se puede fumar.
Al final, no es un debate de lo que puede llegar a molestar un hecho en concreto, sino más bien, lo que tu actitud influye en el lugar en el que estás. El humo es visible y yo me tengo que poner en la piel del que tiene un vicio o una necesidad, pero el fumador, también, debería mirar a su alrededor cuando enciende un pitillo, igual que una persona sentada en el autobús, debería pensar si es pertinente tomar asiento si a tu alrededor hay una anciana, una niña escayolada o una embarazada.
El mundo se cambia con pequeños gestos. Pero a estas alturas, da rabia tener que dar lecciones a los que no miran más allá de su ombligo. Y más en estos tiempos, en los que la empatía y la responsabilidad, pueden salvar unas cuantas vidas.
Enhorabuena y gracias por este escrito, no puede ser más cierto, conciso y claro.