Por Elena González.
Si patrimonialmente tenemos a la dama de Elche, la cultura de aquí sería la meretriz de una mala película de serie B. Lejos de conformarse con hacerlo todo (difusión, programación, diseño…) al revés, ahora el alcalde Carlos González ha decidido convertir Las Clarisas en un hotel.
Según él las escrituras de permuta del 2004 permitían esta transformación “siempre y cuando sea estrictamente respetuosa con el valor patrimonial, histórico y cultural del edificio”, el problema es que se veía venir y cada vez hay menos actividad artística en este edificio histórico. Hemos pasado de una programación continua hace apenas cuatro años, a conformarnos con unas cuantas exposiciones que no molestan a los alojados, y las alojadas.
Y sí, en muchos sitios, se utilizan castillos y espacios patrimoniales para combinar hospedaje y eventos culturales, el matiz es que todos esos ejemplos que el señor González no se atrevió a poner, tienen detrás una experta gestión y una apuesta principal por la cultura transversalizando el turismo, y no el recreo silenciando las artes, como en este caso.
El segundo caso nos lleva al Hort del Gat, monopolizado por los colectivos festeros de la ciudad. Pasa habitualmente, entre los gobernantes de esta ciudad, que se confunde la cultura con la fiesta, que sí, que están relacionadas, pero que no siempre están bien avenidas.
Escasean los espacios para uso cultural, como para que los que hay haya que compartirlos. Y más teniendo en cuenta el incesante acoso que muchos gestores privados y artistas callejeros, están sufriendo últimamente por parte de las autoridades.
En la presentación de la programación de l´Escorxador la concejala de Cultura se vanagloriaba de que el 60% de las actividades programadas llevaban el sello #madeinElche. La cuestión es que una parte del forjado cultural y de la creación surge fuera del «refugio publico-dependiente» de los nombres privilegiados que acaban siempre llevándose un alto porcentaje del tiempo y el dinero del Ayuntamiento.
Quizá el Hort del Gat y Las Clarisas podrían abrirse al otro mundo cultural de la ciudad. El que reclama sin ser escuchado y el que tiene que salir fuera porque aquí es ignorado.
La ley puede decir lo que quiera. Pero no sé porqué, aquí siempre acaban imponiéndose los amiguismos, las fiestas y el turismo. Dejando abajo del todo, a la cultura.
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