Cuando eres padre, renuncias a un montón de cosas, y ganas otras, obviamente…
No sé al resto, pero a mí serlo me ha dado una capacidad brutal para adaptarme a tiempos, momentos, gustos, situaciones desconocidas y vergüenzas. Por el camino pierdes mucha energía, cierta nocturnidad, pero como en el proceso de composición de una canción, ésto trata de un procedimiento hermoso, con un resultado que requiere cierta distancia y tiempo para valorar correctamente lo que te va sucediendo.
Eso, en esta era de las prisas, es casi un imposible. Como casi todas las aventuras que emprendemos en la vida de hoy. Parece que las cosas tengamos que sufrirlas más que disfrutarlas. Eso sí, siempre con buena cara, para que la foto de Instagram salga bien. Hasta que llegas a un concierto, o a algo que te saca de tu rutina y te das cuenta de que la educación que quieres prestarle a tu hija, te la tienes que aplicar, en parte a ti.
La chapa, viene a colación, de que antes de que ella naciera, yo hice cientos de listas de discos, películas, libros y cosas que debía recomendarle antes de que la sociedad la absorbiera del todo. Y resulta, que el sábado me vi en Área 12, viendo a una banda que me ha descubierto ella: Ginebras.
No sé si con 4 años se puede tener un grupo favorito, pero estos cuatro alocados y hetereos colores con instrumentos de música, han abierto en nuestra relación de amor, un vínculo de enseñanzas que van del significado de «cojones» y «gilipollas», al chocolate Milka, pasando por las orquestas pachangueras, Paco y Carmela, la bisexualidad, o el hilo que nos lleva del chico Pum a descubrir los Crystal Fighters, Los Beatles, a Liam Gallagher… vamos lo que se dice una lección de esas que no te enseñan en los colegios: La naturalidad.
Como no pudo venir, por las horas, me vi haciendo eso que siempre critico: grabar vídeos (de mierda) para luego enseñárselos. Una forma como otra cualquiera de mantenerla vinculada a los directos y, de paso, despertar sus procesos de curiosidad.
Mi mujer bailaba por mi, como si en vez de en un concierto estuviéramos en una escena habitual de la cocina de casa. No «en bolas», obviamente, pero disfrutando de esa interacción que hace que nuestro subconsciente se sepa todo el repertorio de los dos discos de Ginebras.
Me moló especialmente, la estética, la naturalidad y la mezcla de colores. Musicalmente, van mejorando en cada bolo, y, aunque llevaran un mes y pico sin tocar, mantienen intacta esa frescura que trasladan a sus letras y sus bailes. A mí, que soy un parado de la vida, me contagian, aunque entenderéis que no soy objetivo, porque la música, por mucho que nos empeñemos en «puretizarla» te despierta más o menos sensaciones en función del momento en el que la escuchas y de quien te rodee cuando la descubres.
Tras una IPA con viandas, algún saludo a otros noctámbulos con fieras y un rato de intimidad con M (que diría Ferreiro). soltaron a los galgos…
A Arde Bogotá no los tengo tan interiorizados. Mi reubicado espectro crítico diría de ellos que es más de lo mismo, o que llegan 15 años tarde a esta ola del mal llamado Indie. Su éxito es innegable, aunque resulta divertido imaginar como se junta un guitarrista que toca pop con la correa de la guitarra larga como un heavy, con reminiscencias del rock nacional de los 90, un motor de coche, carreteras y, posiblemente, el grave de voz más impactante que haya visto en los últimos años.
El disco, no hace honor a la intensidad del directo. Aunque imagino que los de Cartagena están aún en pleno proceso de pulir su estilo. Esa parte tan difícil que supone hilar lo que el cuerpo te pide a ti, y lo que los que tienes delante cada sábado parecen pedir.
Reconozco que cuesta conectar con la atención fijada en el tipo de gente que me rodeaba: puesta hasta el culo, con camisas hawaianas (de fuerza) y cumpliendo todos los tópicos de los mendrugos que se han cargado lo que en esencia fue un festival. Pero me lo pasé bien con la mano ocupada con un vaso, en lugar de con el móvil.
Quedo expectante con la evolución. Aunque tengo claro que «Cowboys de la A3» va a ser uno de los LPs más nombrados dentro de 3 meses en ese habitual resumen de «mejores discos del año». Y eso, es por algo.
«La salvación» llegará para todos. Aunque yo llegue un poco tarde, para variar. Igual que lo hice a la parte de fiesta que en otras épocas disfrutaba con Elyella. Esta vez, me esperaban en casa y, como he dicho, me identifica poco la parte, muy festiva y poco musical, con la que algunos destrozan mi concepto de concierto.
Prefiero ir de negro. Aunque respeto. Porque supongo que me he hecho viejo… de ahí la importancia de seguir aprendiendo.
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