Hace unos años, fui al Victoria Eugenia de Donosti a ver a Caléxico, ya sabéis, algo así como unos dioses inimitables del country y el folk con aire de la frontera mejicana. Pues allí, entre el Dulcimer, el trompetista y la batería descubrí a un joven Jairo Zavala acompañando al grupo de Tucson tocando el «Alone again or» de Love y otros temazos fetén.
Un día después, tocaba en el Bukowski, bajo el seudónimo de DePedro, y teniendo en cuenta mi admiración por el mítico (y golfo) 10 de La Real Sociedad (aunque no tenga nada que ver), pues allí que nos fuimos a ratificar que estábamos ante uno de los mejores guitarristas que ha dado este país y nos enteramos, también (ignorantes nosotros), que el díscolo Jairo era una parte importante de Los Vacazul. Él no se acordará, de mis efusivos peloteos en aquellos tiempos de Rock deluxe y mondosonoros arrugadas, pero yo sí…
Unos años después, con alguna cana más, repetí experiencia. En realidad, han sido muchas veces… pero bueno, apetecía conocer de primera mano, y en petit comité, la última obra de arte de este chico de Carabanchel, que ha cambiado a Caléxico y Amparanoia por Bunbury, verá la luz el próximo viernes y se llamará «Pasajero«.
Un nombre que hace honor a su condición de hombre de mundo… quizá por eso, como transeúntes de la modernidad, con la luna llena como espectadora de excepción y el castillo de Santa Bárbara como marco incomparable, olí los nervios de la soledad desde una improvisada primera fila de bellezas descalzas y gente boquiabierta que esperaba que la música completara una estampa digna de postal.
Estuvo listo el carabanchelero con un principio acorde con «como el viento«. El público no tardó en entregarse, bajo el efecto del 43Ginger Ale, y con la prueba evidente de que de postureo había poco, ya que la mayoría habría pasado con nota el examen de letras y trayectoria. Sobre todo una fan incondicional, que iba sugiriendo temas, cuando el artista dudaba.
Viajamos por DF, sin Bunbury, acreditamos que, a pesar de las novedades, Jairo sigue siendo un Hombre bueno y que con tal intimismo, era difícil que las cosas no salieran bien.
La pericia de dedos no la ha perdido, los ritmos clavados de su condición de Willy Fox, tampoco, ni la nostalgia, ni las patillas, ni esa capacidad de emocionarme recordando a Chavela, o con un vals, que muchos recién casados bailarán en sus casas de sal,
Tampoco faltaron a la cita ni el pescador (más en la atalaya que nunca), ni Miguelito, ni el Comanche… en definitiva, otra gran noche, y van unas cuantas, de Live The Roof, que tendrá el epílogo perfecto la semana que viene con Maga, los bomberos de San Juan y la alegría de las chicas de Amamusic, más meet and live que nunca, a las que agradecemos estos embolaos que consumen velas y generan tantas, y tan buenas, emociones.
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