Hay una canción de Syrah que empieza diciendo que «puede que del cielo caigan flores que te alegren las mañanas que te quedan por vivir«. Flores no sé, pero el confetti, el agua y la felicidad que llueve en el Sonorama, hacen que los duros despertares en Aranda (y más si duermes en el Camping) sean más llevaderos.
Parafraseando el refranero, podría deciros que allí: «a quien madruga, la música le ayuda» o le premia, con, por ejemplo, tomarse un café con Nina y sus Morgan´s, ver, en primera fila, el concierto de The Trunks, o conocer al grupo de moda.
Y es que, la mañana del viernes fue una acumulación de felicidad encadenada. El día empezó con uno de los mejores conciertos que he visto este fin de semana, el de The Trunks. Los gallegos la petaron y dejaron boquiabierto a más de uno (incluido a mí).
Por como suena su disco bipolar, esperaba una especie de Supersubmarina a la coruñesa, pero para mi sorpresa, el concierto fue un vaivén de distorsión con toques de piano, versiones cortas de Led Zeppelin o Metallica, ratitos de Hard Core y una continua transformación de Rodrigo, el cantante, que pasaba de pianista sosegado a rock & roll star, en apenas un cambio de riff.
Estuvo sublime la versión en directo de «Mágica» y la intensidad de «antes de partir» o «sinceramente tú«.
Luego, me quedé un rato a ver a The Great Barrier. Echaba de menos los ratos de folk a la bilbaína, pero me habían invitado a un concierto en petit comité de otro grupo vizcaíno, Shinova, y me fui, con tres fan´s del grupo de Berriz a la puerta del Café Central, donde mientras sonaba la música de Temas Incómodos (hermosa casualidad), felicitamos a una cumpleañera catalana y conocí a la legión de Berriztarras presentes en Aranda.
Como estaban guardando fuerzas para el concierto del Sábado en la Plaza del Trigo, el miniconcierto a la hora del vermú, fue un adelanto de «Volver» el disco que presentarán el próximo 16 de septiembre. Tocaron los dos hits que ya han avanzado: Para cambiar el mundo y Doce Meses y otras cuatro canciones nuevas, las justas para dejarnos con el gusanillo y para que el amigo Gabri no se quedara sin voz después del concierto sorpresa del miércoles y de la colaboración dinámica del jueves.
La salida del bar oscuro coincidió con el comienzo del concierto de un grupo al que teníamos muchísimas ganas de ver: Fizzy Soup. Los conquenses son una de las bandas más interesantes del panorama emergente. Con un puntito electrónico mezclado con distorsión, una curiosa declaración de amor y sinfonías dulces como «Far» (mi favorita), «space trip» o «the big black world» completaron una más que interesante trilogía matutina.
Dicen que el cantante de Kitai la lió gorda en La plaza del Trigo, pero como era noche de perseidas, y los astros tienen la buena costumbre de alinearse para que los planes se encadenen, la Marilyn murciana decidió cumplir su promesa del Low y nos invitó a unos vermús panochos y a salazones en la plaza del Rollo. Fue muy divertido hablar de amores lejanos de alicantinas con vascos, murcianas con canadienses… más que una tarde cualquiera parecía una canción de Nudozurdo, así que, esta vez, no sucumbimos al influjo del Rollo y nos fuimos a dormir un rato antes de ver al trío madrileño.
Entre el calor y el clima, algo desangelado a las siete de la tarde, parecía como si algo fallara, pero fue empezar a sonar el bucle habitual de Nudozurdo, y el tiempo se paró en seco. Leopoldo Mateos sigue a su bola, tocando lo que le sale de los huevos, e hizo, junto a sus dos compañeros de fatigas un intenso repaso al «rojo es peligro» (2015) con guiños al pasado como «Ha sido divertido», que, yo, al menos, agradecí. El sintética (2008) es uno de los mejores discos que se han publicado nunca en este país, por letras, por el punto shoegaze psicodélico y porque veníamos de una época decadente, así que, aunque se me puso el cuello rojo y casi me da un parraque: mereció la pena, una vez más.
Luego vivimos un «momento lista de reproducción» saltando del escenario pequeño al grande, para ver un rato de Disciplina atlántico, otro periquete de Carlos Sadness, una pincelada de Inuit y un lapso más largo entrando en materia rockera con Kula Shaker, que fue una de las grandes alegrías del día, porque últimamente, los grupos extranjeros me parecen una castaña con tanto speach y tanta presentación de disco.
Uno tiene ya una edad, y, cuando escuché el riff de «Hey dude», reconozco que me puse un poco cachondo y más cuando evocaron a Deep Purple con el Hush o nos metieron el regusto psicodélico de Tattva y nos enseñaron como suena 2STYX, lo nuevo de este grupo añejo.
Se enrareció tanto la cosa, que en vez de ir a ver a Delorentos, me perdí en el escenario pequeño, viendo las nuevas andanzas de Inlogic. Si el «sintética» de Nudozurdo es uno de mis tesoros, el «Points of view» también ha dado unas cuantas vueltas en mi reproductor de cd´s. Los madrileños están ahora a otra historia, con temas en castellano y un disco «a través del tiempo», que tiene la esencia de lo que fueron y un aire fresco, que la verdad, puso un poco de sosiego en una tarde noche, que a partir de ahí fue un no parar.
Lo de The Hives fue algo impresionante. Parecía que le habían metido una guindilla en el culo a Pelle Almqvist, más que un frío témpano nórdico, parecía un vendaval de aire puro calentando a un público que se fue entregando, a medida que iban cayendo hits, como si no hubieran hecho una puñetera canción mala en su vida. Con «Tick Tick Boom» sudamos, con «Come on» brincamos, con «Hate to say I told you so» nos dieron ganas de ir a la tienda de Beefeater y comprarnos toda la discografía de los suecos. ¡Dios! creo que no he sudado tanto en mi vida.
Y ya que estaba caliente, pues seguí la fiesta con Abraham Boba. Yo quiero un trago de lo que se tomó el barbudo bajito antes de salir al escenario, Porque fue un auténtico espectáculo verle recitar las letras provocativas de «Gloria», «La ribera», «ser brigada»… León Benavente están en el top 5 de lo mejor que tenemos en la actualidad en este País, quizá por eso, los cincuenta minutos se me quedaron cortos y cuando vi que Love of lesbian seguía en modo «Poeta Halley», me fui a ver a The Levitants. Y creo que me lo pasé bastante mejor que los que se quedaron a ver a Santi Balmes y compañía.
Por allí andaba el maestro Javier Vielba, menos expuesto que en sus primeras apariciones sonorámicas con Arizona Baby, pero que hace bien fomentando el producto Pucelano, porque «Coimbra» es un pedazo de EP, de lo mejorcito del 2016, y en directo suena «que te cagas». No hubiera estado mal que, con lo cerca que está Valladolid, hubieran invitado, también, a Bicycle Thief, pero bueno, otro año será…
Para rematar la night, apuramos una Heineken viendo el principio del concierto de Trajano! antes de poner la guinda con Belako. Los de Mungia son un valor seguro, la lían allá por donde van. Son la frescura personificada, y aunque solo les den 45minutos, argumentos no les faltan para dejar con las ganas a la gente. Así, sin chorradas, como un «one, two, three, four» ramoniano descargando «hamenes», mares de confusión, ahás y mundos bonitos.
De Miss (des)caffeína pasamos, igual que de los dj´s nocturnos y sus confettis, así que, me pareció que la mejor manera de acabar la fiesta era sumergido en la rareza de Perlita, entre otras cosas, porque llevaba todo el año buscando uno de sus directos y, otra cosa no, pero divertidos son un rato. La liaron parda, dibujaron una sonrisa en todos los presentes y nos mandaron para casa contentos como unas castañuelas.
(To be continued…)
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