La eléctrica ingravidez del momento, arrancó los vértigos de la monotonía perdida en la absoluta nada del círculo de las aspiraciones completado con un cocktail de 43; mitad dulce, mitad amargo y un «está usted mágica» que sonrojó la comodidad de una luciérnaga de la urbe haciendo turismo, en plan hippie.
Fue, como si «tu labio superior» estuviera sonando en nuestro tocadiscos al aire libre, mientras tratábamos de volver a solventar la duda de quién clavó el puñal a quién o sobre qué hombros deberíamos cargar la culpa de la herencia, las costumbres, las conciencias y la fe equivocada.
Descubrimos el pasado de la joven Dolores aparcado en el recuerdo de unas vacaciones de verano en el Mediterráneo y la ralentización de la prisa por crecer. Por un momento, la noche se transformó en cueva, fuimos distintos, y desaparecimos, y nos fuimos a jugar con Jorge, a inventar cosas nuevas con Nicola Tesla en un palomar, incluso vivimos la transformación de Narciso en Flor, mientras el eco de las gaviotas le hacían los coros a la, cada vez más desenfadada, rubia. 








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