A riesgo de parecer pesado, repito: el final del lunes mejora yendo a esa terapia, llamada Striptease verbal, en el que una persona, como tú y como yo, desnuda su alma, y el resto, simplemente, escucha.
Esta vez, el despelote corrió a cargo de Alfonso Copé, (o sin acento, como lo presentaron en el vídeo de entrada). Alfonso es un tipo íntegro, con valores… ejemplar en vías de extinción, que ya no abunda en este mundo de las prisas y los Whatsapps. De hecho, es una buena persona, de esas que te llama «hermano» aunque no te llames Manolo, ni Paqui, que te abre las puertas de su casa, o te invita a una cerveza, o a las que hagan falta…
Y ayer hizo un desnudo integral que nos sorprendió a tod@s. Fue acelerado, que es el ritmo al que él hace todas las cosas, impetuoso, con el aire descarnado de Machado, un punto de payaso, otro de olivarero, otro de cortavenas desmelenado. Con anécdotas, recuerdos, errores subsanados, egos ¿qué egos? y un punto de hombre serio que no siempre muestra a los que le queremos. Porque hasta el circo tiene un punto de drama, y hasta los recuerdos merecen remiendos de madres abnegadas, de esas que te enseñan a diferenciar lo relevante y lo nimio y, de paso, a llamar a cada cosa por su nombre.
Tras el biombo, el cantautor narró una parte de su vida. Desnudó sus inquietudes, escupió en lo que odia, asumió sus errores y nos dio una tremenda lección de vida.
Su energía es como el wolframio de su canción. Por algo había tanta gente… normal que el aplauso (poqué) fuera unánime y lógico que le queramos un poquito más desde que descubrimos que en su faceta de poeta cuentasueños, es aún más grande que en la de cantautista sin ego.
La semana que viene La Chiado, que está de vuelta y quién, por cierto, toca el sábado con su inseparable Manuche en el reabierto Ocho Y Medio.
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