Te pides una Alhambra verde, para celebrar que es sábado, y al subir las escaleras mecánicas, te das de bruces con gente con ganas de salir, arremolinada en una plaza llena de flores de San Valentín. El invierno no se palpa, hace veinte grados a la sombra, se escucha el murmullo de los recién quedados y una media circunferencia rodea un escenario improvisado en el que canta una chiquilla de la Foia, acompañada por un mandango guitarrista improvisando, junto a un argentino, un senegalés rapeando, un talentoso gitano al cajón, y otro chavalico de la Fragua a la percusión. El titiritero, sin esposas, podría ser un concejal de cultura hiperactivo, y las cuerdas, que diferencian a las personas de las marionetas, los niños que dan rienda suelta a su particular visión de la música, o el perro que se pone patas arriba representando, a la perfección, la excitación contagiosa que allí se respira.
Allí, alrededor de un niño de 9años cantando una soleá, dos valencianas reconocieron tener envidia, gente del interior de la provincia hablaba de lo diferente que sonaba esto, comparado con lo que se lee sobre el tardeo alicantino en los «periódicos oficiales», y los guiris, bailaban con las chonis, los «marginados» repartían rosas rojas, los repeinados se descamisaban y los hipsters sentían nostalgia del Sonorama. 










Estupenda sinopsis y estupendo el rato que pasamos los que allí estuvimos. Un aplauso para la gente de puentegramas!! 😉
María
Cuantas cosas desconocidas e interesantes.
Me hubiera gustado estar ahí con mi hija.
Lucía
Magia urbana,vida mágica