Estando San Valentín a la vuelta de la esquina, uno se pregunta: ¿Qué coño es el amor? Much@s han tratado de responder, sin éxito, a esta cuestión. Quizá, como yo, hayáis leído mucho sobre el tema, podríamos hacer un decálogo de frases, fábulas, recopilar las escenas más sentimentales… pero no hay mejor definición del amor que los hechos, y el hecho (valga la redundancia) es que coincidir, vivir y compartir un concierto con la persona a la que quieres es lo que más se acerca a éso que, cuando somos pequeños, nos edulcoran en cuentos de hadas.
Como lo del amor lo tengo claro, la margarita la usamos para deshojar la duda existencial de la noche del sábado: King Khan o Atiende Alicante.
Ella arrancó los dos primeros pétalos, y yo los siguientes, con una cerveza en la mano y música de los ochenta sonando. Y el azar quiso que acabáramos en Stereo.
Imagino que el destino decidió que debía saldar mi deuda con un par de canadienses locos. En realidad, creo que nos hubiera dado tiempo a las dos cosas, pero sigo tratando de perfeccionar el don de la ubicuidad.
La noche garagera la abrió Fetén, un dúo ruidoso, a la par de salvaje. que hizo honor a su nombre mientras le veíamos el fondo a la primera cerveza de la night.
Meneando el piececito, saludamos a nuestr@s amig@s de camisetas negras, calentamos las caderas mientras iban acicalando el escenario con unas bambalinas improvisadas y la sillita de rigor entre los dos amplis.
Y después, ¡a bailar! el fuego de la Barbacoa se hizo riff y el fetichismo de cuero, nos acabó de poner calientes, mientras el señor Mark sultán berreaba, con su particular vocecita de niño bueno, temazos como «zombies» «I´ll never belong» y cachitos del «Bad new boys» (su último disco de 2015), y King Khan acompañaba sentado e impasible un espectáculo a medio camino entre el cabaret, un ensayo en un garaje con olor a trastos viejos y un carnaval a la berlinesa con bailes de guateque sesentero.
Lo dicho, un placer que el azar me cruzara con mi amor de conciertos, y que a ella, como a mí, «Waddlin around» o «I´ll be loving you», le despierte las mariposas que, sólo a los enamorados nos revolotean justo encima de la pelvis.
Bailar puede ser tan placentero como eso que un atajo de ilusos se pasa buscando en la marejada del tardeo. Nosotros, no. Nosotros el amor, a parte de palparlo, de vivirlo y de celebrarlo, lo escuchamos.
Ya veremos a donde nos llevan los pétalos de la siguiente margarita, de momento, la resaca de King Khan ha hecho honor a la apoteosis con la que acabó el bolo.
Anónimo dice
¡Impresionante estos tios!