Hubo un tiempo en el que el Punk Rock era el hilo conductor de la música nacional. El indie era una utopía grabada en una maqueta, los 40 empezaban a ser la mierda que han acabado siendo y la puñetera industria copaba todas las horas de radio de un monopolio que hizo reventar una burbuja de esas que en España surgen y explotan cada cierto tiempo.
Ahí, entre Platero y tú, Extremoduro, Barricada, Reincidientes y compañía, asomó una voz femenina que se comió a bocados los supuestos, con un toque cubano, mezclado con ska y letras a contracorriente, que «le dieron por ahí» a todo lo existente en la mediocridad patria, con un sugerente título: «el poder de Machín».
20 años después, el mal llamado indie se ha comido la industria y en la diversidad latente, se podría decir que las cosas han cambiado, más que por el dinero que se hace (que es poco), por la variedad, o por la capacidad que hay, hoy en día, de llegar a ese abanico mestizo (las cosas buenas de la «democratización» de internet).
Pero volvamos al 97. Entonces, se podían fumar porros en los bares. Los dj´s eran personajes respetables que se pasaban horas en las tiendas de discos. Rage Against The Machine y Smashing Pumpkins trataban de llenar el vacío que nos había dejado Kurt Cobain. Y en las Españas, se escuchaba el «Chup chup» de Australian Blonde, y los que íbamos a bares decentes, o leíamos la Rockdelux teníamos nociones de Atom Rhumba, El niño Gusano, el Inquilino Comunista, Le Mans, el «Omega» de Morente y Lagartija Nick , Automatics o hasta algunas rarezas de un tal Jota, granaíno…
Allí, en las tardes de aquellos oscuros y humeantes bares, descubrimos aquella voz profunda y aquellos temas: «Buen rollito», «Hacer dinero», «Que te den», «En la noche», «La semana»… Con 16 años, la metafísica no tiene mucho sentido, así que no fue difícil agarrarse a la simpleza de aquellas letras «entrompetadas» al salir del instituto. Pero ahí se quedaron para siempre, en el subconsciente de los recuerdos borrosos de esos años que luego describimos como mejores.
Con el Euro, nos dio por otras cosas. Cada uno desvarió a su manera. Yo siempre me guardé el «que te den» para los pesados, y pesadas, que siempre dan por saco cuando pinchas, o cuando firmas un contrato que no debes. Todo lo demás cayó en saco roto hasta el viernes pasado.
El contrapunto al pijerío de los barcos de vela, fue un concierto en el quinto pino del puerto. De primero, La sra Tomasa, presentando «Nuestra Clave» ante no demasiada gente, casi todos digiriendo las hamburguesas de las Food trucks. Estuvo bien.
Después Canteca de Macao evidenciaron porque se separan, porque se olía cierto mal rollo en el escenario. Nunca es tarde para volver a empezar, así que veremos como suena el futuro de esta megabanda.
Yo el mestizaje lo aparqué allá por el 97, o por ahí. Está bien para un ratito, pero, ¿para qué negarlo? Me aburre la cumbia y en el flamenco pop, me quedé en primero de Los Delincuentes y La Cabra Mecánica.
Así que el principio del concierto de Amparanoia fue un alivio. La voz de Amparo ha cambiado, pero, a diferencia del concierto anterior, sí que me acordaba de las letras y los compases de las canciones de su grupo. Así que los soleares se hicieron pasos de pie izquierdo, las palmas se soltaron y la música, los recuerdos y los cubatas hicieron el resto.
Fue divertido, nostálgico… y lo curioso es que allí, rodeado de 3 gallegas, 3 alicantinos, 1 murciano y una valenciana, todos compartíamos sentimiento. No nos conocíamos en el 97, pero se ve que escuchábamos la misma música.
Ahora volveré a escuchar música garajera, Ada Van, Futuro Terror, Novedades Carminha, The Milkyway Expréss, Cala Vento… pero me gusta haber tenido 16 años por un rato y comprobar que aunque no lo parezca, hemos evolucionado en muchísimas cosas. Por ejemplo, la música y que ya no olemos a tabaco al volver a casa de una farra.
Deja una respuesta