Hacía tiempo que teníamos una visita pendiente al Villavieja 6 y, también, felicitar el año nuevo a los cantautores de La explanada, de ahí que el domingo nos fuéramos a descubrir que era eso de «los domingos de autor».
Dicen que siguen siendo malos tiempos para la lirica. De hecho, la palabra ha caído en desuso hasta el punto de que las conversaciones, a veces, escasean dejando casi vacías las posibilidades de acuerdo. Quizá por eso, un trovador llegado desde el otro lado del Atlántico se ha propuesto convertir el día del señor en el día de soñar con un mundo, un poquito, mejor.
La invitada de esta semana fue una buena amiga llamada Anita Antón, que poco a poco va vendiendo sus miedos al módico precio de unos segundos de paciencia. Tras una batalla de juglares y gladiadores en voz de Ernesto Pita, la princesa (republicana) agitó las alas de tornasol de una libélula para juntar los retales de lo que eres, dedicarle lo cotidiano a su presidenta honorífica de la asociación, convencer al «jefe de todo», Pepe Bornay, para que acompañara el auxilio de Eva, o para unirse a su padre recitando los versos del Songoro cosongo de Nicolás Guillén.
Lo mejor de estos certámenes de las voces con cosas que decir, es que el ego queda aparcado y cualquiera puede tomar el testigo para que los mundos diversos rimen, se enciendan las bombillas apagadas de la monotonía, o más que té de las siete, te apetezca catar un Gintonic de media tarde mientras Rubén Padilla busca a su escurridiza chiqueta, los ilustres visitantes murcianos Mar de fondo y Berni Castaño nos devuelven a épocas de pana, mariposas y rincones del sueño, conocimos al célebre Manuche y una parte de su recién estrenado «son manos«, viajamos a Sudamérica con Inés Saavedra y la evocación solemne del gran Víctor Jara, y terminamos el domingo con el toque romántico que siempre le pone César Ruano a estas cosas.
Quizá no sean tiempos buenos para la lírica,
es posible que las realidades no rimen,
que los egos sean demasiado insolentes
y sepulten las voces que merecerían más volumen.
El caso es intentar que la opinión de los callados
encuentre el espacio que la vanalidad le ha quitado.
Y que, tal vez, un domingo de pereza y frío
la vida encuentre la diferencia que le da sentido.
Deja una respuesta