Imaginaros una plaza delante de un museo de Arte contemporáneo, en la que aún resuenan los ecos del concierto de flamenco que un ratito antes auguraba una noche interesante. Un músico callejero prueba la afinación de su guitarra roja, mientras un artista metido a ilustrador afina la punta de su rotulador y la gente trata de quitarse el frío entrando y saliendo de un bar con cierto aire de imprenta, que tiene una exposición de jóvenes artistas locales colgada en sus paredes.
– No hablas de Alicante ¿no? – Duda un melenudo reticente al cambio
– No te olvides de los control Stone – Nunca Santi, ya lo sabes
– Ni de los fingertips – Tampoco me olvido de ellos
Pero la verdad es que sí, que no hace falta irse a Madrid o a Barcelona para encontrar las dosis justas de arte que un cuerpo inquieto necesita. Porque a todo esto, el barbudo de la guitarra roja (fotógrafo en sus ratos libres) ya tiene las 12 canciones de ese disco interminable al que, también, le ha puesto nombre: «caer de pie» y, como no podía ser de otra manera, ya tiene de portada una ilustración de David Gil: el afilador del rotulador.
La tardanza tiene la buena justificación del exceso de trabajo, o la falta de tiempo (como prefiráis). Porque si el verano tiene 100días, Xeco Rojo y su inseparable compañero de fatigas Kevin Mendes, habrán tocado 200 conciertos. Pero a pesar de ello, no se le han oxidado los metales de su percusión de talón, ni ha perdido la sonrisa (detonante de eso tan complicado de vivir de lo que te gusta).
La excusa era inmejorable: Una muestra de la ilustración y la autoedición: el MIAA, así que obviamos la pregunta del verano: ¿Versión o propia? y descubrimos 12 canciones con el sello personal del pappy de Click and pum.
Para empezar, pasamos por el tanatorio de la M30 a enterrar los recuerdos dolorosos de ese amigo al que todos echamos de menos. Luego analizamos los pormenores de un cambio de ciudad, con todo el caos mental que eso conlleva. A todo esto las ilustraciones caían al suelo, y a la habitual bisoñez de Kevin Mendes, disfrazado (además) de bajista, para la ocasión, se le había unido el talento en la batería de Ruben Marcet, por lo que las ganas de bailar que siempre provoca escuchar a Xeco, se acrecentaron mientras íbamos pensando como ahorrar el dinero para comprarnos el disco, en cuanto salga.
John Mayall, se apuntó a la cita con la influencia de su blues, nos tomamos la dosis justa de veneno, cambiamos el tono del grito de papá Noel: Oh oh oh, mandamos a la mierda a los gilipollas, que siempre hay algún doremifasol, por no decir irrespetuoso cabrón, suelto. Y por si me fallaba la memoria, me apunté, que Xeco y yo, entre otras muchas cosas, tenemos dos cosas en común: el equilibrismo y el gusto de sobrevivir sonriendo en esta cuerda floja llamada vida y, éso, precisamente, una existencia llena de momentos normales que, como las baritas mágicas de las hadas, una sonrisa a tiempo convierten en perfectos.
De repente, la plaza se convirtió en un chiringuito, el sol le pegó un culazo a la luna y al ritmo de los aplausos de la señora del hostel ¡ay si todos los vecinos tuvieran ese buen rollo! nos pusimos a bailar y a beber la cerveza que entraba casi tan bien como en la arena. La única diferencia era que en lugar de agosto, estábamos en diciembre, y que en vez de arena, sobre el suelo había 12ilustraciones, que los fotógrafos, que no podían faltar a la fiesta, inmortalizaban.
Ahí queda captada la vivencia, el ¡vivo cantando! el verano de versiones y la originalidad por bandera derrocando todas las barreras del pasado que hoy, impiden, todavía, a mucha gente, ver la ciudad que tenemos en realidad, ésa en el que las culturas confluyen y las sinergias encuentran la definición que le corresponde: la música ilustrada, la pintura musicada, los toques de nuevas tecnologías y tres días enteros de artistas metidos en un cuadrilátero expositivo del que sólo pueden salir cosas buenas.
Y para rematar, la Chiado… nosotr@s dejamos a medias la actuación, y nos fuimos a comernos un caldito con pelotas al distinto, para completar una noche artística que más que una excepción, esperamos que sea la primera etapa de una carrera en la que siempre ganemos los amantes platónicos de la cultura.
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