Las fiestas en El Coscorrón, normalmente, empiezan más tarde. De hecho, a las 21.00, los parroquianos del bar de Chule solemos estar macerando una excusa para el «me han liado» típico, y posterior, al tercer o el cuarto quinto de más.
Pero si Juan Bay nos lo pide, cambiamos las costumbres que sean menester. Porque un estreno de libro es aliciente suficiente para retrasar la cena, o en su defecto, saltársela. ¿no dicen que la poesía alimenta el alma? Pues eso, procedamos a investigar (una vez más) si es verdad, y con el consumo moderado de otras drogas blandas como el agua, el ego, el aire, el swing, el piano y la efervescencia, asistimos a una performance en el piso de arriba.
Juan siempre fue un especialista de los dos lados de la barra, quizá por éso, siendo el protagonista de la noche, decidió subirse al «posador» de licores, y cual pregonero del siglo XXI, con chaleco negro, camisa blanca y gafas de viejo secretario de Ayuntamiento, procedió a dar comienzo a la fiesta. Porque con él, incluso las performances, son fiestas.
Entre el público varios poetas, músicos, la cream de la cream del golferío alicantino y el sigiloso silencio. Nunca la literatura congregó a tanto bebedor de mojitos. Curioso que el libro, tras la dedicatoria y la frase de Cortazar, empiece con la palabra con la que un servidor siempre asoció al protagonista: Despropósito.
Luego llega la libre interpretación. El violín de fondo, las voces diferentes, el piano, los aplausos y las firmas de libros típicas de las presentaciones literarias. A su inventario de pérdidas debe añadir el silencio, que nunca tuvo espacio en nuestras conversaciones. En las ganancias la lírica implícita en nuestra amistad del Guadiana. A los elementos para la reconstrucción de un país, añadiré un billete de lotería terminado en 36 (como el comienzo de la guerra), un mapa roto en mil pedazos, un borrón emborrachado en tu cartografía interior y ¿por qué no? Otra juerga improvisada por El Barrio.
Ahora, además de admirarte, podré leerte cuando me apetezcas. Los demás también deberían, incluso recomendaría que tuvieran en cuenta esta «Cartografía Interior» (Editorial Aguaclara, 2017) como regalo de «Amigo invisible», o de simple detalle, que hasta esa buena costumbre se ha perdido… pero bueno, cada cual sabrá lo que merece la pena perderse o regalarse.
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