Hola,
Soy Lucía. Tengo un año recién cumplido y, a pesar de los 3 meses de confinamiento, he ido a más eventos culturales que más de la mitad de los ciudadanos de Alicante. Es lo que tiene que tu papá sea el director de alicantelivemusic.com. Yo aún no sé leer, ni escribir, pero sí que empiezo a desarrollar ciertos instintos que me hacen sonreír o aplaudir cuando algo me gusta. Seguramente, estoy mediatizada por ser hija de dos «culturetas». Pero, la verdad, viendo como está el panorama, creo que estos ratos viendo conciertos, clowns, danza callejera, cuentacuentos o circo, van a ser un incentivo para que mi mente esté mejor armada en eso que los mayores llaman futuro.
El sábado fuimos a Casa Mediterráneo a ver la tercera sesión del OH LA CULTURA! Mi papá se pone muy contento cuando oye la palabra SOLD OUT. Y este fin de semana, Alicante le ha dado muchas razones para sonreir…
Nunca había ido al «CIRCO». Y me encantó mi primera vez. Al principio, un chico muy serio y muy guapo (Gonzalo Santamaría) se marcó un discurso, que bien podía haber escrito mi padre, sobre que la cultura es un bien de primera necesidad, sobre los trabajos que han perdido por culpa del Coronavirus éste que me impide ver las muecas de la gente, o sobre algo que, poco a poco, voy entendiendo: la importancia de las artes en la vida.
Imagino que todos los niños queremos ser como nuestros padres, pero a mí me gustan las caras de placer que ponen mi madre cuando lee, o mi padre cuando me pone un disco, o me enseña a bailar cosas que el resto de papás no bailan.
Tendríais que ver el sábado que me dio, explicándome lo que era un trapecista mientras me cambiaba el pañal, o un malabarista, mientras me daba de comer. En mi casa la tele no funciona, así que hablamos mucho, cosa que intento recomendar a mis amiguitos de guardería, tan empeñados ellos en coger los móviles y las tablets de sus papis, en lugar de jugar con todo lo que tienen delante.
Y eso, precisamente, es para mí la cultura: un juego. Es verdad, que durante la pandemia, me dejaron verla a través de una pantallita. Pero nada que ver con vivirla en vivo y en directo. Desde las máscaras (que no mascaretas) de Lucas Escobedo, hasta las pelotitas blancas de Raúl García… Me habían dicho que los humanos no podemos volar, pero es mentira… podemos: volar, y soñar, y columpiarnos como si los problemas no existieran.
Mi padre dice que no nos cabe en casa, pero yo quiero una cama de esas que te hacen dar botes hasta el techo. Quiero un piano, y saber más sobre lo que es la ópera y en qué fila tengo que ponerme yo, cuando pregunten si «recomendaría a mis hijos ser artista de circo», o «pagaría una entrada», o «si soy homosexual», o si «me compensa la precariedad».
Yo, sentada en una silla, como las que volaban y se desequilibraban detrás del trapecio, o las filas… miraba ensimismada. A mí, aunque a veces no cumpla con la edad recomendada, se me puede caer la baba, y puedo aplaudir cuando me plazca, o gritar. No entiendo que los mayores no lo hagan. Si la vida consiste en ser serio y estar estresado, trabajando en algo que no te gusta, o agarrado a vicios tan ridículos como beber, fumar, escuchar atrocidades o vivir la vida de la gente de la caja boba, prefiero seguir siendo un bebé.
Y más si mi padre me sigue descubriendo cosas como el circo, la danza, los conciertos, los libros… y conozco a actores, a pintores, a escritores… a los mayores les preocupa más de lo debido eso que llaman dinero. Pero como yo no sé lo que es eso, valoro más todas esas cosas que te llenan por fuera y por dentro. Y agradecería que las instituciones y la gente, en general, dieran el valor que merece a toda esta gente que nos entretiene, y que tiene la capacidad de evadirnos de todo lo que no nos gusta.
Vosotr@s no sois conscientes, porque vuestras cabezas van a más velocidad que la mía. Pero delante de las artes, todos volvéis a ser niños. Todos babearíais, y aplaudiríais, y os sorprenderíais… y todas esas cosas que el resto de cosas de la vida no os dan. Así que hacer caso a Gonzalo. Que yo ya estoy deseando que llegue el Circarte, para seguir ratificiando que los humanos podemos volar y que no hace falta ser un bebé para entender que la vida puede ser maravillosa cuando se sube el telón y uno se deja llevar por lo que hay ahí detrás.
No me extraña Lucía que con los padres que tienes y los tíos (todos tienen una vena artística), el día de mañana seas una celebridad…y además ¡PRECIOSA!