Autora: Ana Berg
Cuando mis amigos extranjeros me preguntan por las Hogueras de San Juan, la fiesta más importante de la ciudad de Alicante, tengo que hacer un gran esfuerzo por desarrollar un discurso coherente sobre el arte efímero. No es fácil explicarles que artistas especializados invierten todo un año en diseñar y construir monumentos de madera, cartón y corcho que, después de cuatro días expuestos en los distintos barrios de la ciudad, serán quemados la noche del 24 de junio. (A excepción del ninot indultat que se salvará del fuego y pasará a formar parte del Museo de Hogueras).
Intento hacerles apreciar la belleza efímera de un gran espectáculo de pólvora y fuego del que participa toda la ciudad; la belleza de un rito que marca el fin y el inicio de un nuevo ciclo festero con la llegada del solsticio de verano. Intento hacerles entender que no es la obra de arte en sí misma, sino las emociones que experimentamos cuando la vemos desaparecer para siempre, dejando solo un recuerdo.
El arte efímero, enmarcado dentro del arte conceptual, surge en 1916, cuando se mezclan las ideas del dadaísmo y la performance. Comienza a denominarse «acción efímera» o «arte de acción», que consistía en actuaciones, instalaciones e intervenciones del espacio cuyo propósito era sorprender al público para valorizar la idea y hacer desaparecer el objeto material para que no llegara a convertirse en mercancía. De igual manera, en las hogueras no solo se valora la estética de los monumentos, sino la idea, la creación de una crítica mordaz y satírica.
Sin embargo, ese arte de acción, que en otro tiempo era todo un acontecimiento mágico, cada vez lo es menos en un mundo donde todo cambia vertiginosamente y en el que nada es estable; donde las relaciones o el trabajo dejan de lado los valores de lo permanente y la vida de los objetos es cada vez más corta. La obsolescencia, lo consumible, lo de usar y tirar, lo desechable… Nuestra época se caracteriza por la experiencia de lo rápidamente cambiante y perfectamente sustituible. Vivimos en una sociedad de lo superfluo que en realidad no es otra cosa que el culto a un mercado sobresaturado que necesita eliminar stock para mantener constante el valor de la mercancía que vende. El culto a lo efímero…
Tal vez la chispa sea efímera pero podemos hacer que perdure la llama. Tal vez se trate de hacer de lo efímero algo memorable. Que estas Hogueras 2018 sean un rito purificador para arder y renacer de las cenizas.
miguel garcia dice
Hogueras.Arte.Arte efímero.Arte Sí.La otra realidad es lo que indicabas con la foto de la palmera(No es en la foto donde hay más suciedad)La hay por toda la ciudad, olores insoportables, falta de civismo total. Recordar que no hace mucho tiempo, se indicó un estudio en el que Alicante estaba en los primeros lugares como la ciudad más sucia.
La hogueras lo queman todo, pero no lo tapan todo, a pesar de que algunos interesados lo pretendan.
Alicante culturalmente hablando, debe replantarse muchas cosas.
Sin pretenderlo he escrito un artículo.
Gracias.Miguel
Lorena dice
Tienes toda la razón, Miguel… Por desgracia, Alicante tiene demasiadas cosas que mejorar y bueno es que, al menos unas cuantas personas, seamos conscientes y lo dejemos patente.