A los emigrantes guipuzcoanos nos cuesta desligarnos del estereotipo bilbaíno que una gran parte del mundo asocia a los vascos. Quizá por eso, me ha apetecido aprovechar esta auto-versión del viejo anuncio de El Almendro para ver si mis vecinos de hoy me entienden mejor, en un año que aunque no me ha tocado la lotería, otra vez, el 22 de diciembre tuvo una banda sonora digna de lo que yo entiendo que se parece más a la idiosincrasia donostiarra.
Ricardo Aldarondo y su podcast «Discos Mon Oncle» hicieron de cicerones, mientras el Teatro Victoria Eugenia se quedaba pequeño para recibir a artistas que trascienden a la mítica, y renovada, escena donostiarra.
La retracción está, como es habitual en estos lares, empapada en lluvia. Tiene un tono gris. Y se guarece bajo un gran paraguas, y una cercanía, que ya me gustaría a mí tener en mi aventura alicantina.
Problemas con la lectura de la entrada, nos llevó a un palco en lo alto del teatro, por donde iríamos viendo pasar a Joserra Semperena, Idoia Azurmendi, Elena Setién, Amateur, Mikel Azpiroz, Mürsego… cada una a su manera, y con un hilo conductor navideño que bien merece dos horas de mi recién estrenada minivacación.
La verdad, no me hace falta tener relación con ellos, para compartir un vínculo. Siempre queda algo de la forma de ser que mamaste indagando en revistas, programas de radio y escenas que se superponían a cosas que no te dio tiempo a ver, poniendo banda sonora a los lustros en los que uno iba dejando de ser niño, a la vez que aprendía cosas buenas que el tiempo y la distancia van convirtiendo en oro.
Tras un primer speach radiado de agradecimiento del presentador, Idoia Azurmendi, comprometida con otras causas a no muchos metros de allí, abrió la sesión con una emocionante «Elur Ama», con Joserra Senperena al piano.
El propio Senperena, hizo con Mikel Azpiroz una deconstrucción en teclas del «Hator Hator» muy alejada de la que otrora hizo Negu Gorriak…
Entiendo que el concepto de magia que algunos asocian a la Navidad, queda relativamente desvirtuado. Pero a 22 de diciembre, uno ya está saturado de burritos savaneros y peces en el río. Quizá ésto sea algo más nigromántico, ilusionista o transgresor, como las propuestas que primero el binomio Javi Pez +vs Ibon Errazkin hicieron a dos guitarras, o la versión que Maite Arroitajauregi (Mursego) hizo de otra rareza cósmica encarnada por Paco Ibáñez musicando a Gloria Fuertes.
El nivel «Eusnob» iba in crescendo, entre notas de voz, portales sin Belén, evocaciones de lo que hoy es Jerusalén y el lujo de volver a escuchar la esencia de Souvenir, con el flow de Eric (al Korg) y una colaboración fetén de Tami (Exnovios), caracterizando los instrumentos raros de Jaime y la añorada voz de Patricia.
El orgasmo navideño seguía en su proceso lentamente evocador. Mezclando épocas pasadas, con arrugas bien llevadas, alguna cana, de esas que no sufre la música del «sonido Donosti», y una huida hacia adelante, de lo que el frikismo de pascua y el puto Papá Noel, le quitan a lo que entendemos por Navidad los que tenemos que recorrer casi 1000 kilómetros para tener esa «mera» reunión familiar.
Elena Setién, siempre estupenda y con pelos de clase de viernes, aportó su granito de arena con dos versiones de nieve de «the old tree» y «down the meadow». Sin base electrónica ni hostias. Puro como la definición descatalogada de la navidad que mantiene la media de edad de los que aplauden degustando tal magnificencia.
Una penúltima fusión, mezcló en el escenario a Joserra Senperena, la letra de Harkaitz Cano y la voz de Mikel Agirre, quién aprovechó para llenar con aplausos las sillas vacías que nos ha dejado el año. En «el sendero a la cascada», lloramos lo necesario, cada uno por lo suyo, y a su manera: Al más puro estilo donostiarra, tragando saliva, disimulando el temblor de la mano, o haciendo hueco a esos recuerdos que no sabes si duelen, o son necesarios para que el relato que cierra la historia, sea, si cabe, más creíble.
Lennon y Yoko, no podían faltar. En su versión «ñoñostiarra», en la última actuación de Cheli Lanzagorta en modo «amateur» versionando el «Happy Xmas» con coros del hijo del cantante y Elena Setién.
Aquí, las despedidas son así. Grises, sin egolatrías innecesarias, pacíficas y con el aplauso justo para que público y artistas confraternicen deseando que el año que viene todo siga siendo igual de maravilloso y bien musicado.
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