Y por fin se acabó la fiesta bipolar….
Ha sido un largo mes de debates: ¿Toros sí o toros no? ¿me quedo o me voy? ¿Fallas u Hogueras? el civismo ¿dónde queda? ¿y la cultura? ¿y mi derecho a sacar el coche del garaje? ¿y cuándo duermo? ¿y dónde están los lisboetas? ¿y los de Goteborg?… Y, por cierto, todo ésto ¿da votos? ¿o los quita?
Depende de quien cuente la historia, el argumento cambia. Yo hoy, que ciertos oportunistas saldrán a vender lo bien que ha ido todo, voy a dar mi versión del asunto con la perspectiva que me da la independencia, vivir en el centro, ser el promotor de la frase «amar lo Alicantino» y haber pasado por unas cuantas ciudades en fiestas a lo largo de mi vida.
Empiezo por lo bueno, que para mí, es el respeto a las tradiciones. Personalmente, creo que son lo mejor de esta fiesta, sobre todo porque vivimos en una ciudad con muy poco arraigo, despegada de su pasado y poco considerada con su propia historia.
Por éso, aunque sólo sea por unos días, y a pesar del caos que genera, da gusto poder entender mejor la idiosincrasia de «la mejor terreta del mon» con trobadas de dulçainers, Muixerangas, centenarios rituales del fuego, el arte efímero y trabajado de las Hogueras, los trajes populares, las mascletás, las danzas y todo lo que hace que el presente tenga cierto sentido.
Es evidente que aunque la mitad de los alicantinos huyan despavoridos al escuchar la palabra Hoguera, hay una parte de la población ávida de fuego, que participa en todo lo que no está vetado, y llenan las calles colindantes a Luceros los días de mascletá, o (sin coche) se pasean por todos los barrios (con la pereza que da éso el resto del año) jugando a juzgar la hoguera que ganará el concurso.
He ahí la bipolaridad. Si hay gente tan dispuesta, ¿por qué acotar la fiesta? ¿Cómo puede ser que un colectivo de 8000 personas pueda tener tanto poder en una ciudad de 350.000? Me habían hablado del «carácter mafioso» de la Federación de Hogueras un sinfín de veces. Pero este año lo he ratificado con mis propios ojos.
En mi opinión (otra vez), aunque vayan de salvadores de la fiesta, son los que se las cargan privatizando la diversión, con la caspa por bandera, y haciendo negocio (y política) con todo lo que pasa en Alicante durante los días que dura el sarao. Resultan repugnantes los botellones encubiertos tras las vallas opacadas, el protocolo dominante, el aire Berlanguiano del sometimiento de nuestros políticos a los votos que, supuestamente, da callarse ante el camorrismo de otro siglo que fomentan los reyes del mambo (y del reggeatón) de este tinglado asqueroso.
Viven alejados de la realidad actual de la ciudad, ignorando el movimiento cultural emergente de la misma, Premiando la permisibilidad en los resultados de los concursos que escandalizan a los que saben de bandas, desfiles o, como Joan Ribó, del criterio artístico (y de tamaño) de las fallas, digo, Hogueras… Y, cagándola, día sí y día también, con cosas como diferenciarnos de las Fallas en la carrera por ser Patrimonio de la Humanidad o los esperpentos épicos de Goteborg y Lisboa.
Los tiempos corren demasiado para algunos. Y empeñarse en parar la evolución es tan malo como dar permiso para hacerlo o callarse, que es lo mismo que otorgar.
Seguramente, no saben que en plena semana de hogueras (el día 21), todo el mundo (menos Alicante) celebra el día de la música. O que, San Fermín no se concibe sin los conciertos de la Plaza de Los Fueros, o que por la feria de una ciudad con casi la mitad de habitantes que Alicante: Albacete, el año pasado pasaron desde Izal hasta Amaral, pasando por Pitingo, Bertín Osborne, Rozalén, La Fuga o Fangoria. El presupuesto municipal que se les otorga daría para éso y para mucho más, pero…
Aquí, como las calles están vetadas para las artes, nos tenemos que «conformar» con las iniciativas privadas del racó del Marearock, la ruta de la madera, los dj´s de los bares de marcha, algún reducto alternativo en El Barrio o locuras como las Fogueres Populars. Y se olvidan cositas como que allá por 1980 un grupito de Teatro llamado La Fura Dels Baus, formaba parte de la programación del Racó cultural (que lo hubo, en Campoamor), junto a algunos veteranos artistas alicantinos que recuerdan, aún, el toque diferente que aquellas iniciativas le daban a la fiesta.
El fuego tiene un carácter purificador. Quizá la cremá de ayer se llevó la parte rancia del pasado y la falta de civismo latente en muchos ciudadanos, y en las hogueras del 2018 encontremos una representación más actual, moderna y menos vallada, de lo que es el presente de esta ciudad. Quien sabe, a lo mejor así, hasta los portugueses y los suecos se animan a visitarnos.
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