Francesc Sanguino dejará en unos días la dirección del Teatro Principal de Alicante. Todos hemos alabado su gestión, su apuesta por la creación propia, su capacidad para inventarse programaciones de calidad con presupuestos nimios, su don para tender puentes… pero como siempre ocurre en esta bendita tierra, su andadura presidencial va a tener un final convulso. Por un lado, porque al ser candidato a la alcaldía del Partido Socialista, su decisión va a ser criticada por el resto de grupos políticos, y por otro, porque nos queda la sensación de que se ha dejado el trabajo a medio hacer.
La historia se repite. Aquí todos hablan de futuro, de la cultura como dinamizadora de todo lo demás… pero a la hora de la verdad: ni largo plazo, ni predicar con el ejemplo, ni nada de nada. Todo se reduce al personalismo sin herencia y a un dejavú de vuelta a empezar cada dos, tres o cuatro años, como mucho.
Nadie discute que cada uno debe saber y valorar las aspiraciones personales que tiene. El problema es que aquí todos promueven cosas que luego no cumplen. Ponen en marcha un montón de iniciativas maravillosas que sus sustitutos acaban tirando por la borda. Ocurre en los teatros, en las Concejalías de Cultura y en todos los estamentos que requieren una visión mucho más global de la que realmente se acaba teniendo.
Pero nada, el 26 de mayo volveremos a asumir que todo cambia, volveremos a reconocer nuevas caras, nos familiarizaremos con nuevas propuestas y las volveremos a tirar a la basura cuatro años después. Éso, o, a lo mejor, alguien asume, de una vez, que eso es la puñetera lacra del avance imposible y, por una vez, se juntan, aparcan las diferencias, deciden ponerse de acuerdo en crear equipos sin personalismos, planes a largo plazo y alianzas que más que en intereses particulares piensen, de una vez, en lo que necesita esta ciudad, esta provincia o este país, en el que mucho ondear banderas (cada uno la que guste) pero poco querer mejorarlo…
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