El manual de instrucciones está, prácticamente vacío. Es viernes y con eso debería valer. Da igual si hay cuatro, o cinco, estrellas o una constelación con forma de escorpión. El caso es tener el don de perder el hilo escuchando, compartas conversación con un medio acreditado, una feliz premiada (y sus amig@s), una fotogénica presentadora/fotógrafa/modelo/dj, un belga, cuatro músicos iluminados por las luces de navidad del ocho y medio o una camarera ejerciendo de cicerone de una fiesta improvisada. Solo faltaron las dos brasileñas de la canción de Levi Strauss y Elvis para poner pegas a nuestros bailes ortopédicos.
El ser humano es raro y nosotr@s, también
El ser humano es raro…
Dicen que tenemos cerebro, que pensamos, que tenemos la capacidad de razonar… y cuando uno acierta con sus pensamientos, hay algo en el cuerpo que libera todas las cargas, los pesos, las ausencias y los dolores. Y, simplemente, sonríes.
Algo parecido a eso es, para nosotr@s, el «3» que, hace unos meses, sacó de, la continuación de, su manga Gonzalo Fuster: una reflexión abierta de nueve canciones para l@s que conservan neuronas y ganas de bailar.
¿Quién necesita el sol de Seatle y New York, con el sobrante de mística que se respiraba allí? Si se trata de vibrar y buscar lo especial, no hay más que ver las fotos de Percival y Lidia Na, para saber lo que se perdieron los que buscan la felicidad en el culo de un tercio de cerveza, en vez de escuchar música, sin más.
Hubo sitio hasta para la egresión, para los sordos que recuperaron la audición cuando ella calló y nosotr@s aprendimos a pilotar un hidroavión, a hablar alemán o a decidirnos por vender Bélgica, ante un flamenco, o bruselense, más bien, que no se enteraba de la misa la mitad. O de acabar en Italia como si hubiésemos adelantado Eurovisión una semana.
Surrealista es el mundo que compartimos los allí presentes. Quizá más que compartir raíces las entrelacemos creando un mestizaje apto para nietos de carteros, curiosos, salvajes y viejos que derrumban los muros de la edad y reconstruyen sus hogares con noches de viernes, en las que celebramos eso de vivir «por casualidad» y encontrarnos para brindar por los placeres desenterrados, las cosas que es mejor no escuchar y el placer: único, exclusivo, diferente y humano, muy humanamente extraterres3. ¡Volved pronto!
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