La Manifestación del 8 de marzo en Alicante fue un éxito: fue multitudinaria, reivindicativa y, sobre todo, feminista. Como hombre, no me escondo y me enorgullezco de ver todo lo que las mujeres están construyendo a pesar de las desigualdades laborales, el techo de cristal, la conciliación, los abusos y la violencia que sufren.
Desde hace años acudo a las concentraciones reivindicativas. Ayudando en lo que puedo. En segundo plano y limitándome a aplaudir y a caminar en la sombra. Pero ayer me indignó «la politización del feminismo». Se intuía, tras una convulsa semana en la que Cayetana Álvarez de Toledo, algunas militantes de Ciudadanos y el retroceso surrealista que encarna Vox, trataban de minimizar (cada una a su manera) todos los logros derivados de la unidad y las movilizaciones de las que llevan tiempo hartas de manadas, muertes innecesarias, violaciones con matices e injusticias, grandes injusticias.
Somos un ejemplo a nivel mundial y aquí, como siempre, minimizamos las consecuencias de todo lo que la unión, en este caso de ellas, puede conseguir.
Lo que no entiendo es que la izquierda juegue a ese mismo juego de adjetivar el feminismo. Como pasa siempre en las manifestaciones, muchas (y muchos) tratan de evidenciar que antes que feministas son comunistas, socialistas, Nihilistas, hipócritas o vaya usted a saber qué más. Lo que yo, al menos, no recuerdo, es la separación con pancartas (cada partido con la suya) y una distancia enorme entre cada grupo de militantes políticos. Y lo indignante es que fueran ellos los que portaban las pancartas, como si más que una reivindicación esto fuera una manera de pasar la mañana o ganar votos.
Cada una puede gritar, o portar, el mensaje que considere más conveniente. Pero no entiendo que las siglas tengan más relevancia que el mensaje en si. Por lo visto, pasó lo mismo en Madrid y en otras ciudades, así que el debate debería avergonzar a todos los que ayer, en vez de vestidas de ciudadanas, fueron a la manifestación con el traje de políticas.
Yo pasé de los políticos vendemotos y me pasé el rato de manifestación con un grupo de gitanas y otro de adolescentes. Tal vez, si en vez de ir a «comprar» votos se hubieran mezclado un poco con la plebe, o hubieran dado un paso atrás, hubieran encontrado algo de coherencia en sus lemas de ayer, y en el de las políticas que tendrán que llevar a cabo próximamente.
No se trata de ser más feminista, ni de dar lecciones a quienes no lo necesitan. Y más viendo que, como en las Generales, ningún partido de los que ayer escondían sus mierdas tras unas siglas, presentó como candidata a alcaldesa a una mujer. Ni en estas, ni en las anteriores elecciones.
En fin, que si me lee alguno, espero que a la siguiente, sean conscientes de que aquí lo importante son ellas y no las siglas de sus partidos.
Lo que no entiende el autor de este texto es el origen de la lucha feminista. No viene de la nada ni de ningún lugar, sino de la lucha de clases y de la emancipación de la mujer en el marco del sistema capitalista.
Lo que entiendo es que no hay un feminismo comunista, uno socialista, uno de mi ideario de instituto y uno de derechas. Si hay una lucha global no sé a qué viene tanta pancarta diferente y separadora.
fdo. El autor
Viene a que el feminismo que defiende los vientres de alquiler o la legalización del proxenetismo, es decir, el feminismo liberal, no tiene nada que ver con el feminismo de clase que identifica el origen de clase de la doble explotación de la mujer.
La mujer es explotada primero por ser pobre, y después por ser mujer. Los problemas de una mujer como Botín no tienen nada que ver con los de una kelly. Por eso es necesario un feminismo de clase. Como he dicho antes, la lucha feminista no viene de la nada, como ayer escribió muy bien Almudena Grandes.
¿Tú crees que lo que llamas feminismo liberal se manifiesta el 8 de marzo? El feminismo de clase es una cosas, y que tenga que haber 35 tipos de feminismo diferentes es otra.
Un saludo