Hoy, si me lo permitís, voy a hacer una pequeña reflexión sobre lo que supone ser autónomo en el mundo de la cultura. Porque ayer la «bendita Hacienda española» me cobró un buen pico de aquellas ayudas que se dieron por la pandemia.
Yo, como la mayoría de vosotros, estuve en mi casa, porque teatros, salas, festivales y demás, estuvieron cerrados, no pedí nada a nadie, pero, obviamente, me beneficié de las ayudas en una época en la que no tenía forma de generar ingresos.
Si me hubieran dicho que era un préstamo, como los ICO, me lo hubiera planteado, o no, pero no creo que sea de rigor dar algo y pedírtelo 5 años después, alegando una mentira: que podía desarrollar mi trabajo, cuando, en realidad, no tenía posibilidad de salir de mi casa, salvo a comprar. Porque, entre otras cosas, fui legal y dejé de percibirlas tras una actuación suelta en julio, que al declararla, cesó esa falta de actividad (que luego no fue tal, porque lo que se puso en marcha, fue de manera relativa).
La consecuencia es que ahora, aparte de ser mi community, mi coach, mi gestor, mi inversor, mi publicista… y hacer mi trabajo, también tengo que tener mis pocos ahorros a su servicio, y buscarme un abogado, para justificar algo que es obvio.
No soy al único que le ha pasado. Casi todos los afectados son artistas, freelances, profesionales de la cultura, profesores de universidad… en definitiva, gente sola, que no tiene una bandera para salir el 01 de mayo a la calle, ni compañías, ni asociaciones, ni apoyos. Gente en un limbo institucional que, como en mi caso, sólo pretende vivir dignamente de esto. Algo que sería posible si en lugar de evitar zancadillas, pudiéramos dedicarnos a crear y a hacer nuestro trabajo.
Estoy pensando como pelear contra esto, pero estaría bien que si tú estás en una situación parecida, habláramos. Para que, por una vez, pudiéramos hacer algo juntos.
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