Alicante es una ciudad viva en la que las cosas abren y cierran cada día, como si la vorágine, en la que la mercadotecnia nos encierra, no nos dejara tiempo para que el apego ganara enteros suficientes, para dejar que los negocios envejezcan, y cumplan años, como ocurre en el resto del mundo.
Aquí, lo difícil no es que tus sueños se cumplan, sino que esa buena idea se perpetúe en el tiempo. Y algo así le ha ocurrido a la energía que hoy se libera al cerrar las puertas del Unbuendía lounge bar.
Su apertura, coincidió, más o menos, con la idea de abrir este blog. Sinceramente, a nosotr@s que, veníamos, de fuera, buscando locales con buena música, grupos de la ciudad y algo de ambiente, diferente nos vino bien huir de las historias que respirábamos cada vez que salíamos a tomarnos una copa y nos dábamos de bruces, una y otra vez, con la versión ennegrecida que los habitantes de la ciudad nos daban del estado de la música en Alicante.
Así, a principios del mes de julio del año pasado, cuando nuestro blog apenas estaba aprendiendo a balbucear, descubrimos que nuestros amados McEnroe tocaban en un sitio con un nombre evocador: nuestra canción favorita de los planetas.
Al ver su jardín, todas las amarguras precedentes de los cuentacuentos locales, y la desilusión, se esfumaron y nos propusimos cambiar esa pesimista visión de la cultura alicantina. Después llegó nuestra primera crónica allí: la del concierto de Paco Neuman y aquel momento mágico disfrutando del momento sentados, el de Tortel, La familia del Árbol, Viento Smith, Pol, Joe La reina, Modelo de respuesta polar, el de la habitación roja (al que no pudimos ir), The grave yacht club, los concursos de las bandas emergentes, la foto con Jaime García Soriano, el reencuentro con Fernando Alfaro y las mariposas revoloteando entre las canciones de Matellán, los poemas de los poetas emergentes, las imágenes de Enkar Neil… Fue el último concierto que vimos allí, pero cuando los años pasen seguiremos fardando de haber estado allí estrenando las efímeras y respirando la pureza que a los que no han estado allí, les costará encontrar.
Además allí hemos conocido a mucha gente que piensa como nosotros y mantiene una actitud positiva en lo referente al futuro de la música de nuestra ciudad, así que puestos a hacer balance, mejor nos quedamos con lo bueno, porque encontraremos otros sitios donde juntar nuestros buenos propósitos en el futuro.
Ha sido sólo un año de vida, pero dicen que: lo bueno, si breve dos veces bueno. Y como nosotros creemos en la teoría de la energía, que cuando algo muere, simplemente se traslada a otro lugar/cuerpo y Little Rose, la ilusionista del proyecto, es la más melómana de las emprendedoras de la terreta, seguro que no tardaremos en ver a algunos barbudos tocando melodías indie en algún jardín de nuestro entorno.
Así que, como por recuerdos no va a ser, y por ilusiones futuras tampoco, que el desánimo no cunda y: «larga vida a la buena música».
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