Quién fuera mujer
para saber lo que se siente
cuando cuatro poetisas
se meten en un coche
y recorren el abismo
entre la capital y la terreta
dibujando escenas
de una tarde de miércoles
que fue noticia en Alicante,
no por la lluvia,
sino por los poemas.
Enrevesado fue seguro,
similar a lo que pasó
sobre el escenario
de la vieja fábrica de tabaco,
donde casi seis decenas
de locos amantes de los versos,
y de las avispas,
y de las avispas,
se dejaron acariciar por fuera
y, lo más difícil,
también, por dentro.
Mabü abrió la veda.
Con la buenaventura aparcada
hasta el día dieciseis
en La Sala Euterpe,
sacó a relucir su talento
atrapando sirenas
con sus acordes
mientras su voz,
erizante de vellos,
descalzó la monotonía
que dejamos fuera.
«Victoria», musitado,
humeó los vientos fríos
y transformó la nostalgia
y los «echo de menos»
en la fogosidad del recuerdo
que vive escondido
en la memoria «Ash»
de los «besos de nadie»,
que saben tan amargos
y suenan tan dulces
cuando se recitan,
meses después del daño causado,
con acento de Granada
Irene G Punto, sintetizó
el abismo de un miércoles.
Descarada y con doble sentido
como el «carrete velado»
de los que no encuentran nada
quedándose en casa,
y perdiéndose el microestriptease
de la vida, rimado con los sueños,
las zetas, el descaro y la vida
alumbrada con poesía.
Diana Zahé tuvo
el papel de introvertida.
Escondida tras el mástil
de su elegancia susurrante.
Un papel tan secundario,
como necesario,
hasta que, de repente,
se vino arriba,
ella y el público,
con una simple premisa:
«hazlo como quieras».
El luto se transformó en gospel,
el negro miércoles
en un día de fiesta.
Bailaron las poperas,
Juanjo y su secuaces,
los abogados, los cascarrabias
y hasta las domadas fieras
se desataron, cuando el camino
de Machado dejo de ser canción
para transfromarse en el final
De una historia perfecta
de noche de miércoles,
resguardados de la lluvia
bajo el paraguas
de la cultura emergente
y con el aliciente
de que la Poesía
no deje nunca
de ser noticia.
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