Hoy a las 20.00h hay una manifestación convocada en la Plaza de la Montañeta. El lema reza «Contra el toque de queda y la privación de derechos». Todos de acuerdo. Nadie quiere perder sus derechos, ni sus privilegios, ni ¡ojo! sus obligaciones. Y, por cierto, también deberíamos manifestarnos por no perder la empatía, que es la que hace que el ejercicio de esos derechos tenga un sentido.
Dicho esto, estoy desayunando al lado de dos policías locales que se han pasado la noche atendiendo denuncias de gente que, a partir de las doce, ha cumplido el toque de queda montándose una fiesta en casa.
La pregunta obvia sería si prima más el derecho a la fiesta casera una noche de martes, o el derecho al descanso de quien llama para denunciar. El camarero abre el debate y se cuestiona la conveniencia de la restricción de horarios, mientras un cliente, ajustándose la mascarilla da, en mi modesta opinión, la clave: «de qué te quejas si tienes más terraza y la tienes llena a las ocho de la mañana».
El camarero reflexiona. Sabe que su actividad no empezaba hasta las 10.00h, con los almuerzos. Ahora abre antes, pero también cierra antes. A las 16.30h, después de las comidas.
Aquí el problema no es el toque de queda, sino porqué se pone esa limitación. Y llega la segunda de las claves inspiradas de la mañana: es que… «la libertad de algunos puede matar a mi padre, o a mí».
Objetivamente, hay justos que pagan por el pecado de esos que reclaman no perder sus libertades: los bares de copas o las salas de conciertos, por poner dos ejemplos obvios. Pero, bien mirado, esta europeización a marchas forzadas tiene más beneficios que perjuicios.
Nosotr@s llevamos meses reclamando una adecuación de los horarios de la cultura y, si algo ha demostrado el Covid-19, es que va más gente a un concierto a las 20.30h que a uno a las 00.00h, lo mismo pasa con el teatro, el ocio de tarde… aunque algunos se quejen, y se resistan, son mayoría los padres, madres, gente que trabaja temprano que han ido agotando entradas de espectáculos (con el 70% del aforo por las restricciones, pero que pregunten por ahí a ver cuantos «SOLD OUTs» se cuelgan a las 00.00h)… Un cocinero, presente en el desayuno, secunda la moción: «yo a las doce estoy en mi casa. Antes, si venía un capullo a cenar a media noche, nos jodía a todos: cocina, camarero… ganábamos lo mismo y nos acostábamos más tarde».
La parte perjudicada, levanta la mirada del móvil y apostilla: «En los supermercados seguimos igual. A lo mejor, para que todo ésto vaya bien, nosotr@s, también deberíamos acabar antes, no currar los domingos…» le ha faltado decir, que para ser europeos del todo, habría que adaptar los horarios a esta nueva realidad. Y ya que estamos, podrían imponer la jornada continua para evitar pasarte el día fuera de casa, la conciliación familiar, el adelanto del Prime Time para que nos acostáramos antes…
Con el inicio del debate en el Congreso he pagado y me he venido a rematar este artículo que había mal escrito en dos o tres servilletas sueltas. Yo no sé quien tiene razón. Pero, la verdad, es mucho más entretenido un desayuno así que meter tu cabeza asocial en un móvil. La realidad supera la ficción. Y lo bueno es que cada realidad tiene diferentes matices, aunque todas partan de un mismo café. Yo adoro la noche, pero hacer las cosas dos horas antes más que restarme libertad, me regala horas de descanso y hasta artículos como este…
Deja una respuesta