Autor: Juan Bay
Andan por una longitud similar -qué son 20º-, si bien sus latitudes son francamente distintas. Una roza la polaridad; la otra, el desierto. La que es región, área, zona, abarca territorios de varios países, límites convulsos a lo largo de la historia, escasa insolación, débil luminosidad, auroras boreales en noches gélidas, un páramo de nieve y población, un frío donde perder la fe definitivamente para encontrar la convicción o, simplemente, un lugar para intimar con los líquenes y las agujas de hielo.
La que es urbe compartía título con la Ville Lumière en el último largometraje de don Luis, no por casualidad, pues el barbas algo sabía de representaciones. Consciente de que su tiempo se agotaba, se despidió colocando a su alter ego -el de la muñeca a tamaño natural antes de que el porno lo inundara todo- en bicicleta, huyendo de la civilización digamos occidental. Entre Rafael, el francés de la bici y la muñeca y el valenciano erotómano, abordaron buena parte de la desazón existencial del varón -de nuevo occidental- de la segunda mitad del siglo XX. El cirujano plástico lo manda todo donde FFG -otro que tal-, se sube a la burra de metal y se va en busca de la figuración, del viaje definitivo. Hoy en día encontraría algo ciertamente alejado de aquella mística que habitó el lugar: el cielo hiriente sigue, pero los bárbaros degollaron el arte, la cultura, el legado. Ya ni las encrucijadas estéticas se respetan; o quizás sea al revés y esos lugares sean, precisamente, los más expuestos. En cualquier caso, la ciudad que fue oasis y crisol es a día de hoy un ecosistema donde reina la cerrilidad y el fundamentalismo, el miedo y las miradas torvas. En cualquier caso, supongamos que sigue poseyendo ciertas prerrogativas, léanse ubicación, historia, literatura y hasta, si se me apura, podría decir que los inconvenientes actuales conforman también su aquel: cuándo lo que aborda este escrito ha encontrado lugares al alcance de la mano, amables, fáciles, cercanos.
De la arena a la nieve; del frío al calor; del trineo al camello; del barro al hielo.
Si pudieras irte adonde quisieras, si no tuvieras ninguna cortapisa, adónde te irías, me preguntaste aquella noche, no hace tanto aunque lo parezca.
Deja una respuesta