Retroalimentación y certeza…
Últimamente, me he dado cuenta de que la forma de pensar de una enfermera de urgencias haría mucho bien al mundo. Tenemos miles de defectos, pero creo que, a diferencia de lo que pasa fuera, aquí no hay (apenas) decepciones con las personas. Mientras que cuando acaba el turno, tengo demasiada latente la posibilidad de que alguien pueda romper la cadena, o dejar de hacer algo que me moleste, me perjudique o me haga daño.
Se trata de haceros ver que vuestra aportación, por pequeña que sea, sí que cambia cosas. Modificar el concepto de que el esfuerzo debe tener un reconocimiento, o un premio, en lugar de verlo, como hacían nuestras abuelas, como un «hoy por ti, mañana por mí».
Al fin y al cabo, nunca sabes qué ayuda vas a necesitar, o quien te va a echar una mano, en el momento que lo necesitas. Pero pregúntate las veces al día que te preguntas – ¿por qué voy a hacer esto? – y que hubieras tardado menos haciéndolo en lugar, de encabronarte enmarañando algo tan simple como actuar, porque alguien una vez te jodió, o no te ayudó, o se rio, o vaya usted a saber qué.
La mayoría de las veces son gestos simples: – Voy a por un café, ¿alguien quiere uno? o – ¿te sujeto ésto para que puedas hacer lo otro?
Yo ayudo a la especialista, la especialista se queda diez minutos más porque yo le paso un caso… y así, el día a día es menos estresante para todas.
Trasladado al mundo, debería ser lo mismo, pero sin el estrés de que el ayudado pueda desangrarse o desmayarse. En el fondo, la voz silenciada de la conciencia sigue ahí. Y hay más amor en ti que el que quieres ver.
Así que, pruébalo. Elimina tus certezas y tus malos pensamientos, ve a la gente como aliada y verás como encuentras decenas de situaciones al día, que aunque no se twiteen, ni salgan en el Telediario, cambian el mundo. Incluso puede que hasta te cambien a ti.
Te lo digo como enfermera: no todas las heridas son visibles, pero la mayoría se curan.
Fdo: Elena Sin Más.
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