Soy Ana y recién llego de la Concentración de repulsa que se ha organizado en la Plaza del Baix tras el último asesinato machista en Elche.
Éramos pocas, como casi siempre. Ni siquiera cuando la muerta vive a apenas dos calles de tu casa te inmutas, como no lo haces cuando ese amigo tuyo se encara con otros coches mientras conduce, o busca pelea cuando se ha tomado dos copas y tú le justificas con eso de «es que no sabe beber». Todo asesinato machista tiene un comienzo del que no siempre somos conscientes.
Lo mismo pasa cuando te ríes viendo como tu hija se divierte jugando a bailar una canción que denigra a las mujeres y en su colegio, las fiestas, son con música traperos machistas que basan las reglas de su tribu en a ver quién folla más, o a ver que chica enseña más pecho, más culo o más carne.
¿y qué me dices de las manadas? ¿y de quién les juzga? ¿Y de esos adolescentes que educan su sexualidad con vídeos porno que luego quieren «hacer realidad»?
Estoy triste por esta mezcla de hipocresía e ignorancia que nos tiene atontadas, hasta el punto de no saber salir de un atolladero doméstico sin una discusión encendida, sin una pelea, sin una amenaza.
Culpables hay muchos, desde educadores sin interés, hasta padres que transmitimos enseñanzas ridículas y anticuadas, pasando por la telebasura, la pobreza, las tradiciones, el acceso ilimitado a todo, y a nada, o el concepto erróneo que se ha extendido del sexo, del amor, del divorcio, la moda o de la convivencia.
Así vamos. 31 mujeres muertas en lo que llevamos de 2019, más de 1000 en 15 años (que son más que las víctimas de ETA), huérfanos, niñas traumatizadas que piensan que lo que ven en casa es lo normal y de Vox y la gente que le vota ya, ni hablo.
Me he acordado de vosotras porque siempre hacéis hincapié en la importancia de la educación para la cultura, para el civismo y para todos los aspectos importantes de la vida. Incluída esta lacra ridícula que ha pasado de alarmante a requerir un pacto de Estado que aúne educación y legislación, castigue a maltratadores y normalice la igualdad, el respeto, la libertad como modo de vida, la importancia de elegir bien, etc.
Ojalá, por una vez, supieran aparcar las siglas y se unieran para resolver un tema que requiere soluciones inteligentes y diferentes. Ahora mismo siento odio y pienso en castraciones, cadenas perpetuas… pero, en frío, creo que hay una raíz en el día a día de nuestras vidas más importante que todas las medidas, posteriores a, que siempre veo que se toman cuando las cosas ya no tienen remedio y solo se nos ocurre decir que la víctima era muy buena y que se veía venir la desgracia.
Hoy pasa en Elche, ayer en Manresa, hace poco fue en Elda, en Santurtzi, Pamplona o Benidorm… Demasiados puntos diferentes para pensar que esto es una casualidad, o que no es un problema a erradicar ¿Podremos conseguir frenar esta lacra?
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