El sábado nos fuimos a pasear por el Barrio de San Antón. Voy mil veces a Las Cigarreras, o al Ocho y Medio, pero nunca se me ocurre pasar por calles como Paraíso, Pozo, o la de La Esperanza. Así que algo consiguieron los que buscaron espacios para que Toni Cuatrero, Manolo Mesa, Misa Shine y María Maraña o Iris dieran color al Barrio.
Hablando con los artistas, resulta que hubo una cierta simbiosis con el entorno en el proceso de hacer sus murales. Se ve que, salvo contadas excepciones, los pintores (y las pintoras) congeniaron bien con los vecinos. Mientras unos cuantos curiosos, de aquí y allá, se acercaban a ver el durante y el después del espectáculo.
Con los murales ya hechos, y con Toni Cuatrero y Mise de cicerones, acabamos de ver el resultado. No solo la pintura, sino los pequeños detalles que si no pasas por esas calles no ves, como una casa pintada con los colores de la bandera española que tiene siete enanitos en una de las ventanas, las verjas decoradas, los negocios de toda la vida, la poca vida que se respira… y sí, los solares vacíos, la movilidad reducida, las calles sin medidas de seguridad…
Al colgar las fotos en redes, empezó el debate: ¿Quieres que tu barrio mejore? ¿o tienes miedo a que esa mejoría traiga ruido, suciedad, especulación? ¿La Gentrificación? ¿Quién decide la clase de vida que puede haber y la que no en el Barrio?
Alicante es una ciudad curiosa. En el afán quejica, y la continuidad de esa queja, muchas veces se hace bueno el dicho de «ten cuidado con lo que deseas…» y de desear una plaza sin borrachos y putas, te encuentras terrazas que te molestan lo mismo (o más). ¿en qué quedamos?
¿Quién tiene el problema? Como los políticos no tienen un proyecto de ciudad, van cambiando las cosas sobre la marcha, hoy peatonalizamos, pero cuando esos halagados y listos emprendedores montan veladores, nos llevamos la música a otra parte: el puerto está lejos, en ese barrio hay demasiada inmigración, en este no hay servicios, ¿por qué ese tiene biblioteca y yo no? El Centro se lo lleva todo (pero no hay colegios, ni guarderías), ¡El Barrio ha muerto!
En realidad, el problema es que nadie mira más allá de la esquina de su calle. Y la envidia y las comparaciones hacen todo lo demás. Así las cosas, al final, sólo Benalúa, el Hort de Carolines, o los comerciantes de la Calle Poeta Quintana, entienden que la vida de un barrio la hacen sus propios vecinos, la cultura y la vida que una mañana de mercado, las actividades de la biblioteca o del centro social pueden generar y la sintonía de los comerciantes para que los vecinos no se vayan a los grandes almacenes.
Tener murales en el barrio es un simple atractivo más. Por ejemplo, el patronato de turismo ya tiene una visita guiada por las obras recién pintadas. Nunca había escuchado a un concejal de turismo o de cultura hablar de San Antón. Y si hay más gente por ahí, harán falta más basuras, más espacio, más seguridad… y sí, más bares. Incluso puede que los modernos quieran trasladarse a vivir allí, ya que está bien comunicado y tiene muchos alicientes a mano. Y no se encarece por Air BNB sino porque mejoran las infraestructuras, los servicios y la vida en general.
Sólo falta que la siguiente partida para arreglar farolas y basuras, o para hacer obras, no se la carguen los vándalos de siempre con su falta de civismo. El resto de las discusiones, las dejamos para los propios vecinos.
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