Abres un ojo, suena el aire acondicionado y a tu alrededor huele rancio, como una segunda parte de película que todo el mundo critica. Coges el arrugado papel del festival para tratar de animarte y lees: Xoel, Massive attack, el columpio asesino y, notas que tu corazón vuelve a palpitar mientras las neuronas de tu cabeza, bostezando aún, hacen que tu segundo ojo se abra, te despereces y pongas un pie en el suelo para intentar darte una ducha.
El reloj marca las doce y tu cuerpo de festival sabe que para acabar de resucitar, no hay nada mejor que empezar el día con un vermú. Bajas las escaleras del hotel y te das de bruces con una marabunta de turistas, la calle del coño, la calle de los vascos, la del hambre, ¿qué más da? lo suyo es desayunar bien, rehidratarse y volver a recuperar el ritmo que el sueño te ha hecho perder.
4años de experiencia es suficiente para trasladar el tardeo festivalero del sonorama a las calles de Benidorm. Se mezclan canciones de la cabra mecánica con música indie y, a medida que pasan los minutos, las pulseras negras y rojas se van acumulando en las 3calles de tapas. Oyes hablar del concierto de Belako, de lo bien que estuvieron León Benavente, de las canciones que no tocaron los Vetusta… y a medida que los vasos se vacían, la complicidad crece y los ojos resacosos recuperan su brillo, las mejillas recobran su color habitual y chicas con toallas bailan con descamisados barbudos, nuevas parejas pierden la vergüenza, los grupos se abren, la gente sonríe y te das cuenta de que ni somos tan viejos ni todas las segundas partes son malas.
Para no pasarnos con los tragos, hacemos un paréntesis para un baño en el Mediterráneo, nos cansamos de aconsejar que ir a echar la siesta es la peor idea que puedes tener a esas horas. Nos quitamos el salitre, un poco de cafeína, le hacemos caso a las señales del destino y mientras nos cuentan la leyenda del gigante Roldán, nos acercamos a ver a Carlos Sadness, preguntándonos si el monteperdido, al que se refiere en su último single, se parecerá algo al Puig Campana que se esconde con su endidura detrás del escenario principal…
Cuando ya estábamos fuera de contexto y el universo se nos empezaba a quedar pequeño, sacamos un abanico y dejamos en manos del artista antes conocido como Shinoflow la explicación de si hoy es, o no, el día. Y nos convence, con su rap slow mezclado con vaivenes de velocidad, de que a pesar de ser de día, podemos ver estrellas, y que el escenario podría ser un bosque, o que puede ser un sábado de amores flacos. En definitiva, un gran descubrimiento ese de que, como cantaba con Zahara, «tenemos todo el cielo para empezar de cero».
Para cuando nos dimos cuenta ya estábamos en Buenos Aires con Xoel quitándole las caretas al pasado. A diferencia de en el 15 aniversario de Onda Tary, el gallego salió al escenario con una sonrisa contagiosa. Se ve que le sienta bien tocar acompañado. Esperábamos ver alguna de sus nuevas canciones paganas , pero como somos unos buenos aprendices de los escultores de la nostalgia, obviamos lo de estar cansados de estar cansados, y a ritmo del «hombre de ninguna parte» vimos que, al igual que al otro lado del mundo, la luna y la gente tienen un rostro diferente el segundo día de festival. El efecto del «papapá» nos calmó, aparcó nuestra memoria en el cartel de budweiser que presidía el escenario y nos cargamos las fronteras mezclando luces, humo. sombras, su canto, la gente y eso de «grandes momentos te esperan», al fin y al cabo, no hay nada mejor que un concierto del coruñés para sentirnos como los reyes del mundo, aunque sólo sea por un momento.
Para la cuarta canción, ya estábamos embriagados de positivismo, mezclando bailes y plegarias con amores valientes y soñando alcanzar la playa, como si al cerrar los ojos escuchando «tierra», pudieras palpar paisajes, y ver personas a las que no puedes tocar.
Una vez más Xoel estaba superando cada una de nuestras fantasías. Incluso desafinando amores, la arritmia de nuestros corazones dibujaba un halo de esplendor dorado acorde con el sol que bailaba en lo más alto. Tanto bailamos, que el grupo se tuvo que solidarizar con nosotros, enchufar los amplificadores y darnos un recital de asaltos de estaciones en forma de punteos, riffs, cambios de ritmos… al que correspondimos saltando, intuyendo que el amor empezaba a parecerse más a lo que nosotros pensábamos que a lo que Xoel cantaba cuando nos encontramos en una estación llamada deluxe. Quizá él y nosotros hemos encontrado, ya, la libertad que buscábamos, y aunque hayan pasado los años, como en los amores de verdad, cuando nos reencontramos asumimos que, a pesar de que un momento siga siendo muy poco tiempo, hemos buscado algo mejor y en vez de hacernos daño, preferimos bailar por el amor, los momentos que hemos compartido, las piedras, la arena mojada y los claveles.
Con el subidón de adrenalina, hicimos un parón en el staff de Jagermeister para saludar con unos bailes a Cristian Set-Roc, que como siempre, tenía a la gente revolucionada, mientras Yuck «guitarreaba» los restos de tarde a escasos 100metros.
Después de escuchar hits de Lori Meyers, Two door cinema club… volvimos al escenario principal a ver al, posiblemente, cantante más feo de la noche. Vino bien reconciliarnos con la música ochentera de the Horrors. Aunque lo cierto es que los de Southend nos suenan mejor en casa, o en el coche, que en directo. Así que tras cinco o seis canciones, nos fuimos a ver a Dezervers que aunque sean valencianos, traducen mejor que much@s el sonido british y lo aderezan con una distorsión mitad grunge, mitad música californiana y un toque de Sunday drivers ideal para conformar uno de los grandes discos que hemos escuchado este 2014 en el panorama nacional: In total isolation. La verdad, nos alegraron el tránsito a la oscuridad de la noche que se cernía sobre nosotr@s, y más teniendo en cuenta que el protagonismo de las guitarras sucias iba a escasear en las siguientes horas.
Nos tomamos un descansito, para ponernos nuestra licra de surf plateada y un sombrero vaquero para degustar el sabor de una de las mejores combinaciones que podemos escuchar en el panorama nacional: Javi Vacas (posiblemente el mejor bajista de España) y los ritmos de Loza, batería y bajista de Sex Museum, los coronas, y, claro, Corizonas. Además siempre es un placer ver la melena del meister ondeando country, así que al son de la trompeta y de los bailes del oeste más americano del centro peninsular, chasqueamos los dedos, ejercitamos los tobillos corriendo hacia el río o berreando «hey hey hey» respetando, claro está, los punteos de nuestro admirado Fernando Pardo, que hace no demasiado tiempo nos visitó en la Stéreo con los míticos Sex Museum.
De repente, el concierto de Corizonas se paró en seco. Poco después la organización nos informaría de que el supuesto plato fuerte de la noche tuvo la culpa, porque la parafernalia técnica de Massive Attack requería más energía de la que los generadores del festival podían asumir, así que cual ratitas del cuento del flautista de Hamelin, acudimos al escenario Budweiser seducidos por el sonido de los sintetizadores de Battelbox 001. Como nos pasó hace un año con Portishead, el triphop nos aplatanó un poco. Somos fan´s de todo tipo de estilos, aunque también creemos que cada uno tiene su momento, o a lo mejor, como no nos drogamos, no le encontramos el punto al concierto. El caso es que la «mezzanina» no nos hizo efecto hasta la tercera canción, cuando a ritmo de «risingsong» quedamos, definitivamente, hipnotizados y nos contagiamos de la lentitud y de las letras en el escenario disparando mensajes propalestina, críticas a los gobernantes chorizos… y el circo paraíso nos convirtió en equilibristas de un momento que la brisa nocturna empezaba a disfrazar de perfecto. En la quinta canción ya gritábamos «girl, I love you» y las sombras azules que cuadriculaban los ojos de la cantante desnudaron nuestra condición de indígenas musicales.
Con los acordes de «Psyche» empezamos a dudar si estábamos en Beniyork, en Londres, en Berlin, o sobrepasando los límites de unas pruebas futuras. «Teardrop» aparcó nuestra memoria en el comienzo de la segunda hora del «hablar por hablar,» y después, de nuestros omóplatos emergieron alas, y volamos como ángeles conversos hacia el club de fans de Massive attack: «Love you, love you, love you», repetimos como si un klimax semisexual nos hubiera poseído. Entendimos la canción de Jonn Boy de Love of lesbian y nos pusimos en la piel de Sarah Nelson sintiendo, como nuestro, el consejo: «You can free the world, you can free my mind tonight» antes de que el «Unfinished sympathy» cerrara la transformación y nos otorgara el relax que llevábamos dos días buscando.
Ya relajados, nos endosamos los trajes de la fuga de Logan y nos fuimos rodando al escenario Ron Matusalem a ver a Second. Salieron con retraso por culpa, nuevamente, del incidente energético de los Massive Attack, por lo que el concierto fue más corto de lo esperado. Pero ya sabréis que: Lo bueno, si breve, dos veces exquisito.
La verdad es que no hay festival mediterráneo que se precie sin la presencia del grupo murciano. Nosotr@s no escondemos que llevamos años enamorados de este grupo que mejora como el vino: mientras más años pasan, mejor repertorio tienen. Los clásicos como «rincón exquisito» y «muérdeme» nos ponen la gallina de piel y hits como «serpientes», «2502» o «N.A.D.A» dan al repertorio la contundencia necesaria para que como en «las mil y una noches» no sepamos disfrutar totalmente de un festival sin nuestra parte secondizada del cuento. Quizá tengamos más suerte, y la próxima vez que nos crucemos el concierto sea un poquito más largo.
Algo parecido a lo que nos pasa con Second, nos pasa con los Editors. Aunque son de Birmingham, los descubrimos casi a la vez que a los murcianos, y como se ve que les encanta España, hemos tenido la suerte de verlos infinidad de veces. Al principio, nos parecían algo pesados, pero con el tiempo fueron encontrando su espacio, la voz de Tom Smith encontró matices de gravedad que dieron al grupo la madurez necesaria y la cantidad de temazos que en sus cuatro discos han ido acumulando, hacen que, a pesar de la costumbre que tienen de mostrarnos sus baladicas con rollo Coldplay, sea difícil no disfrutar un concierto de ellos con «Múnich», «a ton of love», «Papillon» o «an end has a start» sonando en directo.
Teníamos ganas de ver si Karen Marie Ørsted era capaz de despertarnos sensaciones similares a las que nos regaló Massive Attack. Si somos sinceros, intuyendo lo que podía pasar, nos pasamos la semana anterior tratando de familiarizarnos con sus temas, pero los esfuerzos fueron en vano. Por mucha croqueta que hiciera, ni estamos salidos para ponernos cachondos con su físico de danesa buenorra, ni podemos ponernos en la piel de los actuales quinceañeros edulcorados con radio fórmulas, así que, como nos aburríamos muchísimo, nos fuimos a visitar a Laura, nuestra «fast-food cooker» favorita, al puesto de Thai Thai a comernos unos palillakis para coger fuerzas antes de ir a ver el concierto que el mejor fotógrafo de conciertos nos había recomendado
Y la verdad es que We Have band no nos decepcionó. Puede que fuera porque a esas horas necesitábamos una dosis de electrónica, porque no nos podíamos acostar sin ver lo nuevo del columpio o porque las delicias picantes de nuestra vieja amiga nos habían revitalizado, pero nos pusimos a bailar y no paramos hasta que el último acorde de sintetizador nos absolvió del trance. La puesta en escena de los ingleses fue colorida y divertida a partes iguales. Su disco más reciente, el «movements», acaba de entrar en nuestro museo de discos imprescindibles y, está claro que «Divisive» es un temazo que no va a faltar en nuestras futuras sesiones de dj, porque el de We have Band, fue, sin duda, el mejor concierto del sábado en el Low Festival.
Con tanto subidón, era inevitable tener la sensación de estar inmerso en la construcción de la torre de Babel. Más de una ballena había muerto por el camino del escenario Matusalem, pero a nosotr@s nos quedaban intactas las ganas de ver en directo lo nuevo del Columpio asesino, que ha llegado en el momento justo antes de que alguien matara a algún previsible dj poniendo alguno de los innumerables remixes de «Toro».
Por suerte, los navarros son más que un grupo de una sola canción y a esas horas del segundo día de festival, se agradece que haya músicos que hablen nuestro idioma y sepan conversar con ese subconsciente que educamos con canciones de los pixies y nos devuelvan nuestra condición de animales de corral, que es lo que, en el fondo, todos los que aguantamos hasta esas horas intespectivas, somos. La admiración a un grupo se nota, cuando los has visto un millón de veces, pero te hace ilusión volver a sentirlos. Para nosotros, reencontrarnos con Álvaro, Cristina y compañía es un placer, y más si nos despiertan «escalofríos», canciones como «a la espalda del mar» con toques de la buena vida, ó clásicos como «diamantes» en bruto, que es la mejor manera que hemos encontrado de definirlos.
Y, como el viernes nos sentó tan bien pasarnos por el escenario Wiko, y hubo retrasos varios, nos dio tiempo a ver a The Parrots, ese grupo madrileño con ese toque Pete Doherty que tanto nos gusta, y más si nos pone una guinda a un día maravilloso con una verdad musicada como «I did something wrong», malo sí, pero de lo malo a lo bueno sólo hay un matiz que se encuentra rastreando el trecho que separa la objetividad que las juzga. Aunque nosotros no juzgamos, simplemente describimos lo que sentimos.
La crónica del primer día AQUÍ
Anónimo dice
qda claro q un festi es mucho mas q musika
Gracias chicos
Luci
Jonn dice
Claro que sí, Luci 😉
Anónimo dice
Gratamente sorprendida por segunda vez.
Anónimo dice
Y de los grupos alicantinos y los conciertos pequeños también vais a hacer crónicas así de originales?
Jonn dice
Claro, a la vuelta de las vacaciones, trataremos de hacer, al menos, una crónica semanal 😉
Salu2
Anónimo dice
Ansiosa de leer vuestras andadas por el tercer día de Low!!
Un saludo de vuestra nueva seguidora. Mónica
Jonn dice
Gracias Mónica, esperamos que la tercera también te gustara 😉
Salu2