Ver a Pony Bravo es pensar en aquella noche loca en la Ambrosía, en la foto censurada del rey que abdicó golfeando, en Rajoy con el pelo rapado, en Steward Coppeland y en lo bonito que es ser de barrio, seas de Sevilla, de Alicante o de Zumaia.
Pero dejando atrás el «you me dancing» nos alejamos hacia el escenario Ron Matusalem a ver el resto del concierto de los Cheathas, porque a esas horas de la tarde el cuerpo nos pedía un poco de garaje londinense y nuestra condición de melómanos, exigía que no nos perdiéramos, por nada del mundo, «Geographic«, uno de los mejores temas guitarreros de lo que llevamos de año.
Teníamos hambre de volver a devorar sus canciones y sentir ese pánico práctico en forma de erizado de vello que uno siente cuando, al unísono, jóvenes y maduros nos revolcamos en el lodo de las letras, subiendo y bajando al ritmo que el gran Alejandro Jordá nos iba marcando. Probamos, pero no encontramos el error. Y el sueño lento se embarcó en la velocidad de caer, levantarnos y darnos cuenta de que el factor más importante es que a base de intentarlo, para la quinta canción, ya no teníamos que imaginarlo para sentirlo.
Es un asunto delicado ese de pasar de grupo revelación a confirmarse ante una multitud entregada;
Así que al grito de «arrímate» saltamos por los aires, caímos, «selfiamos» el momento, o nos montamos en los hombros de alguien para subir aún más alto y para cuando nos dimos cuenta, la magia había vuelto a engañar a nuestros sentidos y la música explotó como los fuegos artificiales. Sólo la mujer de verde pudo rescatarnos regalándonos sus superpoderes para hacernos bailar, volar y leer en la mente de los que nos rodeaban, que, a diferencia de aquellos bares de Madrid, somos ya más de 100 los que sentimos el efecto Izal. Por suerte, os podemos dar la primicia, que, seguramente, no tendremos que esperar mucho tiempo para volver a sentir este carnaval, ya que el grupo del gigantón navarro nos visitará en Alicante allá por el mes de octubre junto a Supersubmarina.
De pronto, un pinchazo de cactus nos trasladó a la India, o a una noche de ficus venenosos en mitad de dos grandes conciertos, mientras disfrutábamos del espacio, de la cercanía y esas cosas que los grupos pierden cuando se hacen mayores. Evidentemente, más que defraudarnos, Xavi , Paco y compañía nos sorprendieron y nos dejaron ese sabor de boca que sólo dejan las canciones hechas para ser masticadas con delicadeza.
A Káiser Chiefs llegamos con el final de su nuevo hit «Factory gates» casi acabando; primero nos sorprendimos, viendo a Ricky Wilson con chaqueta vaquera (con el calorazo que hacía), luego perdimos la concentración en mitad de la multitud entregada y de después solo recordamos una auténtica sucesión de temazos: Fue como ver un homenaje póstumo a Tommy Ramone y a ese «one, two, three» con el que su grupo devoraba una canción tras otra su repertorio, removiendo los estómagos de todos los que iban a verlos.
Del «less and less» pasamos al «everything is average nowadays», tras un paréntesis para presentarnos otro tema del «education, education, education & war», volvieron a confundir a los musiqueros que sintetizan ese anuncio que vende lo de : «aprende inglés con mil palabras» y las resumen en 2: nananana y ohhhhhh: y después «never miss a beat» y «modern way» para acabar de conquistarnos, antes de rendirnos definitivamente con la locura personificada en el exfaty Singer subido en el andamiaje del escenario berreando las dos últimas canciones: «I predict a riot» y «Ruby» ¿quién necesita un gimnasio teniendo a los Káiser Chiefs?
La noche siguió encendida con la luz proveniente de una habitación roja. Y es que no concebimos el Low festival sin este veterano grupo valenciano, que este año ha lanzado una moneda al aire, con, posiblemente, la mejor balada triste que hemos escuchado en años: «Si tú te vas, magnífica desolación»; Con tanto friki intentando retwittear el momento, en vez de sentirlo, se ha perdido la buena costumbre de encender el mechero cuando una canción recorre el camino que separa el escenario de tu corazón y hace que tus pálpitos se transformen en arritmias que en vez de tic tac, hacen: tu tu pá!
En las distancias cortas, el repertorio del grupo de Jorge Martí es sublime, y en 20años de carrera han acumulado una maraña de fan´s que hacen que nos sintamos indestructibles cuando: los instrumentos se paran y todos cantamos al unísono lo de «si tú y yo éramos tan felices», o cuando «ayer» nos mueve entre el rencor y la nostalgia, o el presente, nos regala un resplandor para correr y saltar como si ya no hubiera nada que recordar: ni febreros, ni canciones que ya no suenan (como Scandinavia), ni lo fatal que nos sentimos aquella vez que en pleno desamor, no se nos ocurrió nada mejor que ir a verlos en concierto, jaja. Para que luego discutan eso de que la música no es más que un estado de ánimo que asociamos a un momento determinado. Por que, sinceramente, uno de nuestros momentos del festival fue escuchar nuestra balada triste, con los ojos cerrados, abrazando al aire como si entre nuestros brazos estuviera ese ser querido que a esas horas dormía plácida, y curiosamente, en otra habitación roja.
Hablando de grupos indispensables de festival, no nos podíamos ir de Beniyork sin sentir a Love of lesbian. Que suerte que hay gente, como ellos, que lo hace todo fácil. Será que el poder de la tijera va más allá de lo que los secuaces de Rajoy quieren entender. El caso es que a estas alturas de la carrera, hemos llegado al punto de que si rellenásemos un papel con la lista de nuestras 20 canciones favoritas de Love of lesbian, lo primero, dependería del momento en el que estemos para optar por unas u otras, y, seguramente, no coincidiríamos con vuestras 20, ni las de ellos, ni las de los fan´s más exclusivos del grupo, lo que demuestra que necesitaríamos un concierto de 7 u 8 horas para escuchar las canciones que 25.000personas querrían oír. Así que nos cargamos de paciencia, obviamos a la chica imantada, los seres únicos, si salimos de esta… asumimos que nos quedaríamos sin ver ésas y otras muchas, nos fiamos del criterio de la banda, le dimos al orden aleatorio del reproductor y nos limitamos a disfrutarlos por enésima vez.
Empezamos siguiendo las coordenadas de un asteroide albal aparcado en 1999 donde nos contaron la, ya, mítica historia del hombre guisante.
Siguiendo con la numerología básica lesbiana, nos saltamos al diablo, y como éramos muchos más de cien, olíamos a vicio y estábamos poseídos por el buen rollo que nos trasmitía Santi Balmes, a pesar de sus tirantes, contamos hasta 667, antes de la segunda fábula de la noche: la de los pizzigatos y su ritmo de night club para golfos siameses. Es curioso como el «hijo de chucho pekinés» se ha transformado en el insulto por excelencia de los hipsters más «desbarbados».
Siguiendo con los celos, y la nostalgia gatuna, nos fuimos calentando, casi tanto como los brazos con manga larga de Santi, bailando, con pose de Bowie, con el ectoplasta y las sudorosas lenguas viperinas que a todos nos rodean cuando estamos fuera del festival 😉 Para ese momento, ya nos habíamos dado cuenta de que los lesbianos iban a acabar con el poco sonido que, después de tres días de festival, le quedaban a nuestras cuerdas bucales. Quizá por eso, desde el escenario, nos dieron una tregua añadiendo «mal español» a nuestra lista de hits, mientras unos divertidos dibujos animados asomaban por detrás del grupo dejándonos claro que siglas al margen, deberíamos hacer más caso a los principios que a los bolsillos, al fin y al cabo, se puede vivir sin pantalones, pero aunque algunos subsistan a duras penas sin él, no se puede vivir sin cerebro.
Pero como, para visiones surrealistas de la política ya tenemos a Maruenda, a Inda y muchos congresistas, hicimos un cambio de tercio volviendo la noche reversible, para pensar si habíamos ganado, o perdido, historias que contar.
Y como los días no vividos nos siguen asustando, nos dejamos llevar por esas corrientes de agua que nos varan en las costas de Belice, y negamos con nuestros dedos, mientras dejamos que la compañía de la gente nos evaporase definitivamente. Además fue divertido comprobar que, después de 3 días aguantando a un sinfín de perric@s en celo, cuando Santi puso a huevo abrazar a quien quisieras, tod@s acabamos abrazando al amigo más cercano, dejando claro que por mucho guap@ que nos rodee, más vale un amigo conocido, que un ceporro por conocer; o dicho de otra manera, para amor de verdad, el de los amigos, o el narcisista que, desde el escenario, nos describirían unos minutos después. Por cierto, el speach del verso maldito fue cojonudo, y más viniendo de los letristas más enrevesados del panorama español; Al ritmo que van, es probable que no tarden mucho en llegar a las 1000 canciones, y entonces, haremos un concurso para demostrar que casi nadie es capaz de cantar íntegra la letra de tres canciones de LOL; Pero bueno, por si os interesa, el último verso de la canción de Raphael , o la Jurado, es «te amo con mi alma y con mi sangre».
Y nada, que como Santi nos dijo Ben, volvimos a contestarle: Afleck; al fin y al cabo, entre el público no detectamos Lobas con más glamour que él y su pose de Bowie. Y como el dj no nos puso «dancing queen» y teníamos el mojo como el cabrón de Christian Grey, nos pusimos a acompañar el manifiesto delirista haciéndolo fácil para esperar que el amanecer no nos arrancara esa peculiar sonrisa fantástica, que a un@ se le pone cuando se fuma las plantas lesbianas.
Es difícil arrancarse las letras de Love of lesbian de la cabeza. Y empezábamos a estar en fase «exaltación de la amistad», así que no podíamos terminar la noche sin el «best of friends»; Además como echamos de menos a nuestro amigo viajero Spaitrip, necesitábamos una dosis de música ramoniana para acostarnos con mejor sabor de boca. Y para eso los Palma Violets son el grupo ideal. Empezaron con un homenaje a los que habían encontrado el amor y siguieron con giros de 180grados distorsionados que dejaron con la boquita abierta a los que se pensaban que este era un festival pop, a secas.
Cosa que, seguramente, no le sucedió a l@s que se saltaron el paso del escenario Matusalem y se fueron a ver a the royal concept. Si Freddy Mercury levantara la cabeza, le hubiera metido un tortazo con la mano abierta a David Larsson, por confundir el concepto ambigüedad. Supongo que los de la organización quisieron emular el éxito de Kakkmaddafakka de hace un par de años, o puede que entrara en juego la conexión Benidorm- Suecia; el caso es que The royal concept nos pareció una mezcla entre Abba, OffSpring y Justin Bieber. Aunque, también es cierto, que más de una se acostaría pensando en los rubitos guapos de Stockholm…
Menos mal que los chicos del Ocho y medio, corrieron un tupido velo y nos despertaron con una sesión de melocotonazos con el que sustituímos el manto de estrellas por los primeros rayos del sol del lunes y acabamos la historia con la feliz costumbre de cerrar el finde de festival, bañándonos en la playa de Levante con el optimismo que da pensar que ya queda un poquito menos para la siguiente edición del Low Festival.
También podéis leer : La primera parte
Y aquí: la segunda parte
Anónimo dice
Sublime!!! 😉
Jonn dice
Gracias!