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Low festival 2015. Día 3. Domingo de amor, narcisos, (f)low y sosiego

29/07/2015 por Alicante Live Music 2 comentarios

¿Qué
sería de los festivales sin el amor?

Yo,
que hace ya unos cuantos años, conocí a la mujer de mi vida en el Sonorama,
había olvidado la melosidad nocturna de vivir un concierto con un (o una)
desconocida compartiendo algo que no puedes encontrar ni en bares, ni en chats
de ligoteos, ni en citas a ciegas: un beso, o un sentimiento, con su propia
banda sonora original.
El
amor de festival puede durar una milésima o una eternidad, pero se te adhiere a
la memoria como un imán atraído por el metal del sonido de una guitarra, que
acompaña tus sentimientos, o una letra que dice exactamente lo que estás
pensando y no sabrías bien cómo explicar.
Normalmente,
en un tercer día de festival escasean las fuerzas, tienes las cuerdas vocales
resentidas de tanto gritar, el estómago revuelto, ojeras… y te cuesta estar de
pie.
Muchos
se rajan porque al día siguiente trabajan, otros seleccionan conciertos
tempraneros para irse a una hora prudente y los golfos, como yo, echan el resto
sin miedo a lo que mañana te espera al otro lado de la realidad.
Aquel
domingo astromántico, al despertar, leí noticias sobre que la afluencia del low
este año había disminuido. Muchos se quejaban en las redes sociales de que
algunos conciertos habían dejado mucho que desear y yo, abrazado a mi amor de
festival pensaba que, o no habían estado allí, o, simplemente, se habían
equivocado de escenario.

Es
verdad que muchos adinerados han olvidado la esencia del romanticismo y viven de
espaldas a la realidad, calculando a la perfección sus beneficios, pero no
tanto el precio razonable de las cervezas.
Lo
siento por ellos, porque tendrán dinero, pero jamás sabrán valorar como es
debido los lujos, que no se compran con parné. Mirado por el lado bueno, los
que pusieron los precios  a las bebidas y las viandas del low, nos ayudaron a beber menos. Y en cuanto al
calor, decidimos que, para el siguiente, haremos un post sobre el kit del buen
festivalero, para que las penurias de mezclarse con la multitud no se noten
tanto y, así no se os olviden las gafas de 3€, el abanico de rigor y alguna que
otra cosita imprescindible que nuestra mala memoria no recuerda cuando hacemos
la maleta con prisas.

Pero
bueno, mientras tanto, mejor hablemos de música que es menos enrevesado que la
política y la economía…

Como
era domingo, nos subimos a la mesa de la clase magistral de Robin Williams y
gritamos fuerte lo de “mi capitán”;
Mi abuela decía que hacen falta buenos retales de cuentos menores para montar
una historia de verdad y, la de aquel día, en vez de con el típico “Érase una
vez”, empezaba con Algo inesperado
(ha sucedido otra vez).

Con
una introducción tan sugerente, pedimos cervezas y omitimos maliciosas comparaciones
con Love of lesbian, Standstill, y los otros grupos pasados de los componentes
de la banda, y nos limitamos a juzgar la música tal y como era.

Para
nuestra sorpresa el rock imperaba y, como pasa en muchas bandas actuales, el
sonido en directo era cien veces mejor que el que transmiten en su disco.
Matando la sed con la oferta de 2×1 en minis de Budweiser, colaboramos en la
ardua tarea de drenar el Sena y nos
congratulamos con el placer que siempre genera escuchar a Calamaro, aunque sea
versionado.

Como
los mitos vivientes alientan a nuestra impaciencia, nos fuimos al escenario
principal a ver a Nacho Vegas. Como buen veterano, el señor astur estaba más
que bien acompañado por Adrián Boba (cuya presencia hizo que echáramos de menos
a León Benavente), Joseba Irazoki… y con esa actitud de “me la suda que penséis
que soy demasiado soso para estar aquí”, se arremangó las mangas de su camisa
blanca y demostró a los escépticos que no está bien dudar de un grande, ni
infravalorar a un genio.

La resituación parecía controlada. Así, al
son de me he perdido quedó claro que
las brújulas no valen cuando no hay más norte que el escenario. Repasamos la
terna de actores poco memorables.
Con la vida manca, nos quedó claro
que no éramos los únicos que llevaban tres días de insomnio (y con ganas de
arrancar los carteles con expropiadores hijos de puta), y ya puestos, perdimos
el control (lalaralarai) y al son del acordeón pensamos que ¿qué más dará el
tempo, si la letra es buena?… o, quizá simplemente baste con definirlo todo con
el título del capítulo 16 del libro No guardes en la cabeza lo que te cabe en el bolsillo, que fue, además, la
canción que puso fin a la escena protagonizada por Nacho Vegas: La gran broma
final.

Con
la carcajada como bandera, nos fuimos al escenario Matusalén a ver a otro de
nuestros veteranos adorados. Por el camino, saludamos a Cristian set roc (que
tenía al personal entretenido) desde la distancia y como nos llamaron tres
veces señor, nos dio por pensar que nuestra pose exterior empezaba a tener poco
que ver con lo que en nuestro interior se cuece.

Jero Romero acalló nuestra duda empezando su espectáculo con Narciso, porque antes de buscarte un
amor de festival, es importante quererte tú. Luego nos fijamos en que la
batería de Nacho García estaba ilustrada por nuestra amada Paula Bonet y nos
unimos al enorme club de fans entregados que poblaban el escenario,
supuestamente pequeño, al son de esa sutileza musicada llamada Devolverte.

Emulamos
la peculiar manera de distribuir el escenario que tienen estos chicos y nos
fundimos en un abrazo (con su música) digno de la más peliculera de las
despedidas. Grandes canciones como Cabeza
de león
u hombre mayor acabaron
de suturar nuestras carencias energéticas y casi al final, con los acordes del
as
suspendidos en un largo instante, vivimos uno de esos momentos en los que
el ex Sunday driver entra en trance y el mundo se para, de repente.

 

Volverlo
a poner en marcha parecía complicado, así que tras ojear la agenda de la noche
nos fuimos a nuestro rinconcito del festival, el escenario Wiko, a ver a Mourn, Con los primeros acordes de
Silvergold y viendo que la gente que había pasado de Supersubmarina para ver a este grupo
de veinteañeros, volvimos a refrendar que la música de la península vive de
algo más que de pop facilón y estribillos repetitivos.

El
cuarteto barcelonés nos demostró que el grunge sigue vivo y que ese sonido
distorsionado que un día puso de moda Kurt Cobain tiene cabida en el moderno
abanico de opciones que nos ofrece este circular, a veces, mundo de la música.

Al
son de los temazos del disco homónimo que publicaron el año pasado, imaginamos
una noche completa mezclando en nuestra imaginación a Mourn y a Rosy Finch en
el mismo escenario. Puede que no hubiera una combinación mejor para soltar toda
la mierda que uno lleva dentro y todo ello sin tener que irse a Seatle o a
Nueva York.

Pero
como todo lo bueno, duró poco y tuvimos que ir a ver el final del concierto de
Supersubmarina.

Suponemos
que después de tantos conciertos del grupo de Baeza hemos perdido un poco de
amor por sus canciones. Resumiéndolo os diremos que tienen un repertorio casi
perfecto, con temazos antiguos como Puta
vida o Kevin McAllister
que revitalizan los entresijos de nuestra memoria y
una interesante evolución en el estudio, que no en el directo, que hace que no
sea difícil encontrar a dj´s de todo el sur, y el levante de España, pinchando viento de cara ó arena y sal;

Pero
hace tiempo que rompimos nuestros carnés de fan´s de estos chicos jienenses.
Suponemos que nos hemos hecho mayores y que si a todo el mundo les gusta tanto
algo nos hemos perdido por el camino, pero bueno, para gustos, los colores.

 

La
suerte es que mientras los jóvenes botaban desbocadamente, nos fuimos a coger
sitio al escenario de la bien querida. Quizá el gusto de gourmet nos lo mediatice haberlo educado
con canciones de Le Mans o la buena vida, y tal vez, precisamente, por eso, valoremos mejor su
versión moderna.

La
mística de Ana Fernández-Villaverde es diferente a la del resto de artistas del
panorama nacional. Quizá Zahara o Anni b Sweet puedan equipararse con lo que
ella representa para nosotros, pero en lo que llevamos de año, pocos discos en
este país son tan completos, y bien hechos, como el premeditación, nocturnidad
y alevosía
.

Y
más si a temazos de la talla de Poderes
extraños
o Muero de amor le
preceden historias de la vida tan sofisticadamente clásicas, ya, como de momento abril, Hoy o a veces ni eso,
debemos decir que perdonamos la condición de agoreras de algunas de sus letras
y nos limitamos a pensar que no viene mal, en estos tiempos de prisa y cortes
de digestión, un poco de ilusión.

Y
para eso que se representa con sonrisas pocos grupos hay tan adecuados como
Foals. Desde Oxford, como los estudiantes con matrícula, impartieron una clase
magistral de buenrollismo.

Llegamos
corriendo, con la intro de balloons atronando un escenario principal un poco
más vacío de lo que esperábamos. Sin salir del antídoto musicado nos pusimos nuestro disfraz de olímpicos
frustrados para que la clase de danza no calcinara nuestras ansias
revolucionarias.  

Ante
los primeros besos melosos de nuestros acompañantes, nos sumergimos en el
efecto enloquecedor del my number,
que no tardó en sacar a relucir la blue
blood
de las jovencitas princesas de nuestro alrededor.

Era
el momento de renovar la visión enrevesada del mundo y con el adelanto del
nuevo disco de esta banda inglesa: Mountain at my gate, el amor de festival fue cogiendo forma, los sapos se convirtieron en príncipes con gorra, matamos
dragones con cerveza y organizamos un baile digno del palacio más rococó de un
cuento de hadas.
Yannis Philippakis recuperó la buena costumbre de dejar que la
plebe toque a la estrella y entre spanish
Sahara, Red socks pugle, late night y what went
down la noche acabó de
redondearse.

Y
como el amor estaba en plena evolución, pinchamos un concierto de Delafé para
que sus flores azules emularon una primavera de ciudad en la que es difícil
resistirse a permitir que tu mundo se ponga patas arriba.

El
low, se convirtió en (f)low: una mezcla entre felicidad y sosiego recorrió el
cuerpo de los allí presentes poseídos por la calidez de unas letras rapeadas y
un coro de sirenas replicando, que hacía que todo pareciera más hermoso. Un frío
“siento lo mismo por ti”  precedió a unos
cuantos besos. Los brazos formaban oleajes en la parte baja del escenario,
Delafé le quitó el maillot amarillo a Froome, pasamos de cuartos de la Eurocopa
y con un grito ambiguo a medio camino entre esto no se para y esto nos separa,
nos dejamos poseer por la calidez del espíritu santo, volvimos a empezar de
cero y prometimos que no nos dejaríamos más, baqueta en mano, como si las
promesas duraran más allá del final de la última canción del repertorio.

Todos
suspiraron al unísono cuando la música se paró. Cada uno eligió su canción para
llevarla impregnada en la cabeza. Y así, con esa sensación maravillosa que te
deja haber pasado un rato en el paraíso ,nos perdimos por Dinamarca con los
ritmos psicodélicos de the raveonettes; Habíamos apagado nuestras consciencias
y nos dejamos llevar por una de esas amistades de festival con la que nos
reencontramos por casualidad.
Un nene de pelo rizado soplando pompas de jabón
en mitad de la muchedumbre fue la mejor representación palpable de lo que estábamos
sintiendo por dentro. 

El
pe´ahí, que tanto nos encandiló el año pasado, sonaba mezclado con puestas al
día cronometradas, planes futuros y galletas danesas mojadas en litros de
cerveza. A mitad de lconcierto llegaron los vaivenes de ritmo y nos acordamos
del concierto de MÖ que casi nos mata el año pasado, así que antes de morir nos
fuimos a recargar las pilas con Varry Brava.

La
verdad es que estos murcianos son capaces de resucitar a un muerto o a un
agonizante festivalero a punto de espirar tras tres días sin parar. El calor
era asfixiante, pero los ritmos discotequeros resultaban refrescantes y más,
teniendo en cuenta que nuestros pies no daban, ya, mucho más de si.

Por
lo que con el no gires, nos fuimos a ver a Reptile Youth a ver si nos hacían
rememorar el conciertazo del año pasado en el Ebrovisión, pero esta vez los
daneses no estaban tan inspirados, o quizá fuera es que nuestra nostalgia
tuviera presente aquel fin de fiesta de hace un par de años con kakkmaddafakka.

Se
empecinaron en dar a conocer su recién estrenado “away” y se les olvidaron un
par de sintetizadores, así que nos despedimos de todos nuestros amigos de
festival, separamos los labios de los amantes efímeros de Beniyork y nos fuimos
a abrazar a nuestra querida sonorámica y a soñar con un Low 2016, todavía mejor
que este.
Así vivimos le primer día en el low: http://alicantelivemusic.blogspot.com.es/2015/07/low-festival-2015-dia-1-descubrir-es.html

Aquí tenéis la crónica del segundo día: http://alicantelivemusic.blogspot.com.es/2015/07/low-festival-2015-dia-2-la-vida-puede.html

Publicado en: Agenda, Alicante Live, Crónicas, Festivales, Festivales ALC, Sin categoría Etiquetado como: Crónicas de conciertos, Festivales



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Comentarios

  1. Anónimo dice

    29/07/2015 a las 15:48

    Magestuosos tres artículos

    Felicidades por ser el único medio con imaginación que ha cubierto el Festival

    Alejandro González

    Responder
  2. Yoselin dice

    02/06/2021 a las 06:10

    Super interesante el aporte!!!

    Responder

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