Con la llegada del otoño, las hojas se caen, hacemos el cambio de armario y se acaba ese pequeño placer de poder ver los conciertos al aire libre. Es una pena, porque iniciativas como el Live The Roof, que organiza Licor 43, nos han alegrado muchos atardeceres veraniegos. Hemos visto a Christina Rosenvinge, DePedro, Neuman, Delafé, Mikel Erentxun o a Second llamar a las estrellas desde las atalayas del castillo de Santa Bárbara. Y para acabar de escribir esta historia tan «Beatleiana», era difícil encontrar a alguien mejor que Miguel Rivera y su poesía enrevesada, vamos: Maga.
Como había alerta de incendios por misticismo, el lugar escogido, esta vez, fue el parque de bomberos de la Playa de San Juan, justo debajo de esa torre que forma parte de los monumentos fastuosos inutilizados de esta ciudad. Pero bueno, parafraseando la canción de Maga, ese es el ruido que nos sigue siempre a los alicantinos, quizá por eso, desde la timidez que da enfrentarse a la cercanía, fue, ese mismo, el tema elegido por Miguel y su inseparable César, para abrir una velada que, a la postre, resultó francamente emocionante.
Sin salir del «Satie contra Godzila» (2011), inhibimos nuestros sentidos imaginando un gran final. La estrategia de aproximación del dúo sevillano tuvo éxito y los que se quedaron sin silla asumieron que estar de pie, con un cocktail amargo entre las manos, era la mejor manera de completar la trilogía del último disco publicado por Maga, hasta el momento, con «Hagamos cuentas«.
Orientado el rumbo de la noche, cantamos «a capela» al último mar y sus olas de oscuridad nocturna. La música iba transformando la azotea en un lugar encendido. No había mañana, ni existía el sol, ni llegaba nadie que no tuviera entrada: simplemente, una estela en el mapa y un sonido de reloj parando el tiempo a mitad de camino entre el disco blanco y el rojo.
Las letras de la historia se escribían en blanco sobre blanco, la parte más taciturna del relato iba repasando quince años de rarezas que nunca sonarían en el escenario de un gran festival. Recordamos a Andrea Echeverri en rojo, la trilogía del despecho de Camila Moreno, el final del tiempo, la medusa e incluso un guiño a lo «jartible», con la positividad encubierta, y rara, de Hoy.
Tras el breack, volvió la melancolía de temas como al dictado, o rompe el reloj sólo con guitarra y voz. Fue bonito recordar los tiempos en los que íbamos a las tiendas de discos a por la paleta de colores de maga y nos traían cd´s de un grupo de Heavy metal. Igual que le pasaba a ellos con los títulos de sus primeros discos, para mí sería complicado saber ponerle un título a aquellas tardes del pasado en la que Maga acompañaba nuestros viajes a Logroño, o Bilbao, los ratos libres de local y mi vida, en general.
Zanahoria, hubiera estado bien, pero he de reconocer que La Balsa es mi canción favorita, así que cerré los ojos, me sumergí de la mano del niño buceador y canté eso de -«Algo no va bien cuando sé que soy feliz y tengo que pensar si lo eres tú«-, porque hay pocas frases que resuman mejor ese amor que te hace pensar más en otra persona que en ti.
Y así, abrazado al destino, aprendiendo a contar hasta siete (para el estribillo), me embarqué junto a mis cien acompañantes del público, en un viaje a través del top mágico: Maga (la canción), Agosto esquimal, diecinueve, piedraluna y astrolabios.
Nos libramos de la mojada del día anterior en Valencia, y nos fuimos desabrochados de la emoción (incluído Miguel con esa voz agudamente inigualable). Conseguí regalarles un par de ejemplares de No guardes en la cabeza lo que te cabe en el bolsillo (ya quedan menos) y me fui con un par de ejemplares firmados de la reedición del álbum blanco en el que salen otros personajes importantes de esta historia de la música moderna patria como Xoel, Iván Ferreiro, Noni, Ramón Rodríguez, Dani (de Pony Bravo)…
¿Qué más se puede pedir? Quizá otro verano de Live The Roof.
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