Si alguna vez habéis limitado vuestro espacio vital a 15-20 metros cuadrados, habréis sentido un agobio relativo que tiene opciones diversas de ser paliado: saliendo, tomando pastillas, cansándote de alguna manera para no recaer en el pensamiento negativo, o cogiendo un papel, o si sabes tocarla, una guitarra.
La terapia de las 6 cuerdas ha sacado de la oscuridad, o ha ayudado a mostrarla, a cientos de músicos, y músicas. Unos más conocidos que otros, pero todos dignos de escuchar. Porque en la percepción de ese agobio está el arte de la superación sin premio de un aplauso generalizado que no siempre llena, como siempre dijo Daniel Johnston, o evidencia el hastío que Manolo Kabezabolo expresaba hace una semana para justificar su ausencia en el Fck cnsrsp de Villena.
Imagino que Marcelo Criminal es uno más en esa lista de visionarios especiales. Adorado por minorías, e incomprendido por los que enarbolan la bandera del Mainstream. El sábado, el rapaz, visitó el Söda, en un segundo intento que congregó a unas cuarenta personas que tuvieron a bien aderezar su vermú con música en directo. Bueno, en realidad, hubo voz y guitarra en directo, con condimentos pregrabados que dieron al sarao un poco más de vida.
Se ve que la gente de Alicante no tiene a bien ser abducida por mensajes concisos y breves. Y es una pena, porque «la casa de apuestas», su último disco hasta la fecha, es un viaje de ironías, perturbaciones compartidas (al menos por mí), distopías, un poco de política… vamos, lo que la mayoría rehúye, para no quedar mal con el resto de la borregada.
Entre chanchullo y chanchullo, hubo guiños a otras épocas, no muy lejanas, de «momento de auténtica realidad», peticiones tipo «Murcia nos pertenece» o «el descontento o los límites de la ruptura»...
El derecho a no votar ahí está. Como el de no interpretar, no ir más allá, no salir de la zona de confort, no probar como cuadran las patatas con chochitos y aceitunas… y otras muchas cosas que pasan mientras pones capas de pintura en tu cara, o te autograbas vídeos que no ve ni tu padre.
El espacio ahoga menos, cuando en esos 15 metros cuadrados de los que hablaba al principio, hay una parte de alivio vinculada a lo que el día te aporta. Se agobia quien repite rutinas sosas. Quien no se arriesga. Quien vive como le gustaría a los demás que vivieras. O quien piensa sin valorar lo que una letra podría cambiar este momento con una luz fugaz de inspiración.
Estudiar oposiciones seguirá siendo triste mañana. Pedro Sánchez sigue vivo. Y aunque a mí, también, me llamen «borracho y loco», los brotes de anormalidad y el bromazepán, tienen un efecto placebo, que ningún perdón, ni un estreno como «Andrea», ni un tardeo improvisado… puede igualar. Consiste en tener vida, aunque en los metros infinitos de fuera, a veces, te sientas más ahogado que en los 15 de dentro. No por falta de espacio. Sino por con quien, o como, compartes la gestión del mismo.
Por eso, deberías escuchar más a Marcelo. Por eso, te vendría bien ir a más conciertos.
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