Dicen que la mejor manera de no parecer un ignorante, es no abrir la boca. Yo añadiría que para paliar la ignorancia, aparte de callar, conviene aprender a escuchar. Algo que, por desgracia, en esta sociedad de los estreses, todos hemos dejado de hacer.
Liado por la persistencia de Ricardo Domínguez, ideólogo de las trazas iniciales de esta locura, acabé una mañana de viernes rodeado de biólogos, virólogos, científicos, investigadoras, maestros-as., y un ex-presidente del Gobierno.
Siempre se ha (mal) dicho eso de que «yo soy de letras». En plena cultura del juego de las diferencias, a muchos les vale con encontrar una, para dejar de buscar lo contrario, ósea: las coincidencias. Y desde el momento en el que pisé la Casa del Mediterráneo, me di cuenta de que la mayoría de los presentes teníamos una cosa en común: la curiosidad.
Allá por marzo, cuando Ricardo me habló, por primera, vez de una estrambótica idea llamada MEDNIGHT, me costaba entender los cauces de la iniciativa y como este medio podía colaborar en dar voz a quién sólo escucha el eco de su consulta, su laboratorio o su clase.
Entender el fin no era complicado, igual que compartir sus intenciones de amante y militante de la ciencia. Pero no fue hasta que me subí (figuradamente) al Toftevaag cuando empecé a entender la relación entre la ciencia, el Mediterráneo, el futuro «en verde», la cultura y otras muchas cosas que el desconocimiento de fijar la atención en cosas más superfluas, nos impide testar con el rigor que merecen estas cosas.
Han sido meses viendo turcos, chipriotas, griegas, italianas, tunecinas, egipcias o franceses compartiendo fotos y vídeos. Observando la visión de los más pequeños investigando su entorno a través de experimentos o cuentos. He sentido la danza mimetizándose con un mar sin plásticos, a universidades de todo el Mare Nostrum colaborando, sin importar las nacionalidades, ni las religiones, ni las diferentes culturas, ni que hoy en día, este mar sea más protagonista por los inmigrantes anónimos que se traga, que por los maravillosos secretos que esconde.
Así que, el viernes, mi curiosidad tomó el silencio. Me senté en la silla de la última fila que me habían asignado y escuché a los afortunados coleccionistas de secretos. No tardé en darme cuenta de la cantidad de tiempo que pierdo escuchando a necios en televisión, en las comparecencias vacías del Congreso, o en las mesas que comparto con simples mortales como yo.
La ironía vino dibujada en 11 camisetas de fútbol simbolizando el planteamiento ético de quiénes merecen más dinero: Francisco Mojica y Katerina Harvati o Messi y Cristiano Ronaldo.
La respuesta es obvia, pero, por desgracia, va en contra de la realidad. Porque investigar es un trabajo silencioso, sin focos y lleno de pruebas que la mayoría de veces dan «error». La labor, entonces, requiere paciencia, constancia, capacidad para compartir… valores que se parecen a los que yo reclamo tantas veces para la cultura, mal-pagados con la precariedad y la falta de focos (a no ser que una pandemia nos devuelva a la senda de lo prioritario).
Tras dos discursos épicos, del Cicerone reivindicativo: Domínguez y el punto filosófico de Rodríguez Zapatero, los 11 integrantes del equipo Mediterráneo de la Ciencia fueron subiendo al escenario a contar la razón que les había llevado allí.
- Con el 1: Iris Charalambidou y Salih Gucet (Chipre), consiguiendo lo que turcos y griegos no han conseguido. Rebuscar en los puntos comunes del pasado de ambas culturas
- El 2 Alin Aspect (Francia).
- El 3 Avelino Corma (España).
- El 4 Abla Mehio Sibai (Líbano).
- El 5 Habiba Boukhammed Chaabouni (Túnez)
- El 6 Katerina Harvati (Grecia).
- El 7 Nurcan Tunçbang (Turquía).
- El 8 Guillermina López -Bendito (España).
- El 9 Francisco Mojica (España).
- El 10 Nagwa Abdel Meguid (Egipto).
- El 11 Martina Pierdomenico (Italia).
Seguro que, como a mí, no os suena ninguna de las alineadas. Si acaso, Francisco Mojica. Pero os aseguro que, más allá del dinero que acumulen en su cuenta corriente, preferiría ser cualquiera de los 11 antes que una gran estrella de fútbol.
Me parecen mejores alicientes morales y vitales, denunciar los mares de plástico, trabajar con niñ@s autistas, ayudar a paliar enfermedades, o desarrollar la genética para que vivamos todos más y mejor, que pegarle patadas a un balón.
Sigo siendo de letras, por eso voy a cerrar el post con el poema de Borges con el que empezó el discurso de Zapatero. Hay veces que los diálogos no requieren palabras y comparto con el expresidente la certeza de que la Ciencia es la mejor religión que podemos procesar.
La mañana en La Casa Mediterráneo fue inspiradora. Y tras una distendida comida con una futura licenciada en derecho y dos virólogos/maestros, me quedo con que «hacer equipo, nos da una oportunidad». Ahora como en la cultura, la educación y otros ámbitos, sólo hace falta que las políticas regionales aporten su granito de arena, para que esta maravillosa comunidad sin fronteras, bañada por el mismo mar, siga creando un equipo nuevo cada año, con más concursos, más implicadas, más necesidades cubiertas y, sobre todo, la misma unidad que el Mednight dibujó en el horizonte…
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