Milongas que salpican arte, desde el fondo del mar.

El arte de sumergirse, exige saber flotar, por si tienes que subir, o bucear, o agarrarte a un ser que puede o no ser estable. El teatro, el mar y la niñez tienen un plancton invisible en común. Para verlo, hace falta un punto de inocencia, un soplido de imaginación y una explicación que mezcle gestos, bailes, rezume vida y haga de la simpleza, una vía hacia el conocimiento.

Un poco de todo eso, es lo que Marchu Lorente ha convertido en mar. Sin agua, sin sal, sin peces de verdad… pero con magia, con danza y con un público exigente ( y entregado).

Del diálogo entre el baño figurado y lo que un grupo de aprendices sin flotador interpreta, surge una milonga (bajo el mar) capaz de convertir castañuelas en mejillones, globos en peces redondos, pintura verde en escamas y clásicos de la música atemporales en restos de ilusiones olvidadas salpicados de aplausos.

Entre medias la parte bailable del caminar figurado de un pulpo. Una medusa que fluye, un cangrejo que solo te pica si te estás quieta, un pez que hace piruetas.. y Lea, un ser que busca interactuar con su entorno a través del baile.

Quizá no te mojes, pero acabarás empapado de amor por la danza. Porque aunque esté recomendado para menores de 4 años, puedes disfrutarlo incluso siendo abuelo, con el pelo cano, o las ojeras asomando. Sólo hay que dejarse llevar por las corrientes. Verás como eres capaz de levantar tu ánimo, arrastrado por un caballo de mar, mientras entiendes (moraleja) que el placer de ser diferente, más que un mal es un aliciente. Porque si eres capaz de seguir el paso, importa poco tu especie, lo largas que tengas las piernas o que por poco más de media hora pienses que tus pulmones se han convertido en branqueas y que más que oxígeno requieres cultura.

Busca a Lea. El viaje por esta «Milonga bajo el mar» merecerá la pena…

Pd. La gran pena, en el caso de esta última vez en el MARQ, fue que como pasa en el 90% de los eventos de «Cultura en Barrios», como son gratis, la gente coge entradas de más, se anuncia que se han agotado las localidades, pero en realidad, no es verdad. Como no es la primera vez que nos pasa, estaría bien que las autoridades pertinentes hicieran algo al respecto. Bien cobrar una entrada simbólica, castigar al que no avisa de su ausencia o lo que sea menester para que el nado colectivo, sea más gratificante.