Autor: Juan Bay
Sospechabas del magnesio mientras recorrías tu ciudad en los meses fríos, por fin un invierno coherente. Cada esquina, una contracción en el estómago: qué te depararía el giro. El magnesio hacía su papel, su filo lacerante en el gris de la tarde, tus obligaciones cumplidas, el cruce con algunos ojos extraviados, otra esquina, otro temblor.
Fueron meses de mucho frío interior, incluso cuando la temperatura ambiente levantó su mano opresora. Habías perdido tu calor; un rumbo aleatorio guiaba tu cotidianeidad de mezcal y tequila. El gris de la tarde traslúcida se instaló en tu mirada, un barniz mate en tus pupilas, el abrigo con las solapas vueltas, el caminar firme y errante, otra manzana, otro barrio a ninguna estación.
Se te erizaron los pómulos y se te cortó el pelo. No te maquillabas por las tardes. Ibas a los cines y te dedicabas a leer durante la proyección. Un extranjero de Camus podía valer con una pequeña linterna. Siempre primer pase, siempre versión original, sin haber comido. Las pocas lágrimas, al amparo de aquella oscuridad protectora.
Aquel invierno, aquellos meses con el pantón de grises incrustado en tus cejas, gastando suelas en aceras heladas, preguntándote sin respuesta cómo habías llegado a un enero sin rebajas así, en qué curva desde tus veinte la centrífuga venció. Aquel invierno de navajas.
En contacto con el oxígeno del aire casi no se oxida el magnesio; tampoco se halla en forma libre en la naturaleza. No me extraña que sospecharas de él.
Su símbolo es Mg. Navaja de papel. Los rápidos. Bé el tuyo.
Javier dice
La química como tapadera. As usual. Grandísimo…