Por lo mismo que tú cobras entradas
yo cobro por difundir;
¿para qué? te puedes preguntar.
Y yo te lo enumero:
– Tengo una hija a la que criar
– Desayuno, como y ceno
– sin propiedad propia debo pagar un techo
– Los gastos propios de vivir
– y por cuestiones obvias: Wifi, dos móviles y un portatil.
De lo demás…
puedo llevar un pantalón roto
privarme de lujos y banalidades,
quedarme sin vacaciones
no ver a mis viejos padres
o a todos los amigos que dejé
a casi mil kilómetros.
Eso sí, creo que merezco respeto
y una pizca de dignidad no me vendría mal.
Si me lo permites, a estas alturas,
ya debería haberme ganado tu aprecio.
Pero esto no va de limosnas,
ni de amiguismos. Ni siquiera de egos.
Va de un trabajo, de una forma de vida,
de un sueño y de la evolución de un sector
demasiado denostado, ignorado… pero que,
a la hora de la verdad, es el que te salva.
Ya ni quiero que me lo agradezcas.
Me basta con que empatices y entiendas
que la precariedad que pretendo erradicar
acecha a demasiada gente que no lo merece.
Esos que pierden la cuenta de las horas de trabajo
y que no pretenden hacerse millonarios.
Simplemente quieren un techo y un plato.
Y para eso, justamente, cobro por difundir,
por informar, por mantenerme, y mantenerte al día.
Cobro para comer. Cobro para vivir.
Exactamente, por lo mismo que cobras tú.








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