La dimisión en una opción en desuso que, normalmente, sólo tiene en cuenta la gente con principios. En la sociedad de hoy, cada uno pone un adjetivo hasta al tema que menos conoce. Por eso es difícil, primero, diferenciar la mediocridad, la maldad y los consejos (y opiniones) que, realmente, merecen la pena. Y más cuando hay más gente que opta por dejar las redes, que gente que es penalizada por su actitud (o su lenguaje) en las mismas.
Carta a la ciudadanía. pic.twitter.com/c2nFxTXQTK
— Pedro Sánchez (@sanchezcastejon) April 24, 2024
No es comparable lo que un ciudadano «normal» puede sentir con respecto al límite que pueda tener un Presidente del Gobierno. Pero también es cierto que las redes sociales, para bien y para mal, son un buen termómetro de lo que nuestra rutina personal no nos alcanza a ver. Creemos abarcar más temas de los que realmente soportamos, pero en el fondo, todo está polarizado y encasquetado en una endogamia que A TODOS nos hace ver la realidad de una manera, carente de réplica, de (auto)crítica, de empatía y, lógicamente, de REALIDAD.
Yo dimito, cada vez que desconecto el móvil. Porque sólo entonces tienes un tiempo real, y una visión, para hacer una valoración de lo que vives. Y a eso, tenemos derecho todos. Incluso quien preside un país.
Conclusiones ha habido muchas, cada uno con la firma de lo que habitualmente convierte en previsible la reacción en masa de uno y otro extremo. Yo me he reservado la mía hasta hoy, por la importancia del silencio, y por el respeto (empático) a alguien que necesita esa huida de 5 días. Sólo 5 días.
Más allá de la decisión final, a mí me quedan claro 2 cosas:
- Que el mundo sufre incontinencia verbal y es incapaz de guardar una opinión, ya no 5 días, ni siquiera dos minutos. Igual si se reflexionara sobre lo que se escribe, nos daríamos cuenta que lo que tú o yo, opinemos, no es tan importante como creemos.
- Que ya nadie respeta nada. Ya no nos sorprende nada, pero la mañana de la carta de Pedro Sánchez, leí insultos diversos a Muniain (que dejaba el Athletic), a Serrat (premio Princesa de Asturias de las Artes), a Tito Vilanova (en el 10º aniversario de su muerte)… Y dime tú qué gana alguien centrando sus iras en una persona que ni le va ni le viene. ¿Quién ha instaurado la costumbre de insultar sin argumentos? y lo más importante, siendo tan fácil la solución (adjuntar un DNI a cada cuenta creada, da igual si es en Facebook, en X o en un foro futbolero) ¿por qué no se pone remedio a tanta mierda?
Os voy a contar un secreto. Una opinión, perdida entre un millón de opiniones, no vale para nada. Perturba al juzgado, y más si es falsa, pero si no tiene un movimiento en forma de movilización ciudadana, puede contabilizar todos los «likes» que quieras, pero queda sepultada en el siguiente tema de actualidad.
En la carta de Pedro Sánchez, nos hemos equivocado, sobre todo, en una cosa: en personalizarla. Si omites que es el Presidente, te darás cuenta de que puedes ser tú petando, sincerándote o queriendo llamar la atención sobre un tema que te supera. El resto, si te das cuenta, lo dices desde tu perspectiva, con tu opinión mediatizada y juzgando más al quién que al qué.
Al final, ésto era una cuestión de silencio, y de respeto. Y dimita o no, tengo la sensación de que en el fin, al menos, Sánchez ha acertado poniendo de manifiesto que no todo es opinable, aunque de todo se opine.
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