La cultura no es nada si no se habla de ella… Si tuviéramos que hacer una lista de problemas relacionados con este incomprendido mundo de las artes no acabaríamos nunca. Cada minoría tiene sus dificultades particulares, cada estamento es un mundo y aunque compartamos penurias, no siempre tenemos las mismas perspectivas para hacerles frente, o quizá sea que no nos juntamos lo suficiente para poner en común nuestras desdichas y buscar, entre todos, la solución a nuestros problemas compartidos.
Es obvio que es una misión complicada diluir las diferencias, disminuir la precariedad, o, simplemente, sentar en una misma mesa (o en varias) a músicos, gestores, fotógrafos, periodistas, estudiantes y público. Quizá por eso, iniciativas como las «IV Jornadas de Periodismo y Rock» promovidas por la Universidad Miguel Hernández son tan necesarias. La lástima es que tiene un carácter puntual y que no hay presupuesto para que foros así formen parte de la rutina cultural alicantina, porque en este mundo de egos y púlpitos, escuchar es un principio que la fama disuelve en el olvido y si no escuchas a quien te rodea, corres el riesgo de sufrir problemas que, seguramente, otros sufrieron mucho antes que tú. No todo es ir a conciertos, o a festivales…
Este año, el programa incluía personajes de la talla de los fotógrafos: Domingo J. Casas y Rafa Ariño, músicos como Jose Pazos (Futuro Terror), Santi Campillo o Francisco Javier Castro (Alan Parrish), periodistas como Ángel Sopena, Carlos P. De Ziriza, Pau Chisbert, Jon López o Maurizio Farci y, lo que a la postre sería más interesante: una mesa de mujeres con Rocío Saiz, Almudena Palacios, Mar Melero y Angie Capel.
En general, estos debates abiertos acaban siendo una discusión velada entre defensores del mainstream vs amantes del Underground y chorradas así, pero en las cinco horas de debate hubo tiempo para casi todo: estupideces, egos encontrados, frases épicas… y soluciones que, normalmente, caen en saco roto, pero ¿quién sabe? a base de buscar un camino, a veces, se encuentran trazados diferentes, vehículos de comunicación que rompen teorías manidas y nuevas perspectivas que te hacen ver cosas que has visto mil veces de otra manera.
Desde mi visión de periodista sin tiempo, echo de menos las pausas. Sin paréntesis para investigación corres el riesgo de repetirte, creerte único o no abrirte a propuestas a las que quitas valor porque no las controlas. Por eso, al pararte a escuchar te das cuenta de la disociación entre los que conciben esto como una competición de a ver quién conoce más famosos y las que luchan por reivindicar la calidad de su trabajo.
Medir el talento es algo subjetivo, pero aunque la experiencia es un principio de aprendizaje basado en el manido «conoce la historia para que no vuelva a repetirse», siempre, he valorado más el carácter inconformista de la juventud, de ahí que pusiera más atención a «la mesa de mujeres» que al cara a cara de los fotógrafos.
Puede que sea porque no tengo tanto ego como otr@s, pero siempre he creído que desde el segundo plano la perspectiva es más fiable. Quizá por éso esté tan concienciado con la lucha feminista, porque se basa en la premisa de un «romper con todo» lo establecido y de la reinvención de los supuestos es de donde nace el principio del futuro.
Entre los hombres faltan activistas de la autocrítica para cambiar las cosas, y de una manera o de otra, todas las mujeres de hoy tienen ese carácter bregador y reivindicativo que les hace ir un paso por delante en la mayoría de las cosas y, de paso, a los hombres, nos dan la ventaja de poder aprender. Es justo ahí, donde nace la normalidad. Y ahí me sentí identificado con el discurso de Almudena Palacios. Los cambios parten del trabajo, el talento se defiende solo y quien no lo tiene cae (sea hombre o mujer).
El cambio es una cuestión de tiempo (aunque conviene acelerar determinados pasos) y de educación, pero como en este país de eso vamos justitos, necesitamos políticas o principios de paridad que pongan sobre la mesa un factor necesario para evolucionar: la igualdad. No la de género, sino la de posibilidades.
Y después llegan otras discusiones implícitas: la importancia de la asociación, la denuncia de la discriminación, la reivindicación… y, por encima de todo, LAS GANAS DE SUMAR.
La mesa fue muy interesante porque Angie Capel tomó el roll de empresaria competente y con las ideas claras, Mar Melero encarnó el cambio desde dentro de las instituciones, Almudena Palacios fue la cordura y Rocío Saiz la «tocapelotas radical» Quizá la verdadera reivindicación nazca de la imposibilidad de encontrar una etiqueta única para todas. Al fin y al cabo, hay muchos tipos de mujeres, igual que hay hombres de todas las condiciones, periodistas buenos y malos, fotógrafos con talento y sin él, empresari@s con visión abierta y ceporr@s con suerte, por eso, cuanto antes nos convenzamos de la importancia del activismo feminista y seamos conscientes del momento de cambio en el que estamos inmersos mejor para tod@s. Me quedo con una frase: «Nosotras no somos mujeres, somos profesionales».
La mesa de periodistas fue un poco más sosa. Fue un placer que me llamaran para estar ahí, pero desde el primer día que entré en la Facultad me di cuenta de que mi vocación era incompatible con el «periodismo clásico». Un reportero del día a día es un contador de historias, el hecho puede ser el mismo, pero el criterio es un atractivo que muere cuando las limitaciones valen más que los adjetivos o la libertad. Alicante Live Music es la huida de las audiencias y las líneas editoriales y ese principio tan simple es el que defendí. Maurizio Farci es un aliado en la lucha por saltarnos las reglas vendiendo algo tan complicado como el activismo cultural y Ángel Sopena, un referente en el hecho de desarrollar una escena, la murciana en su caso, la alicantina en el nuestro. El «contrapunto» del debate era la visión sin techo del todavía estudiante Pau Chisbert (Festibalazos) y la experiencia en la trinchera freelance de Carlos P de Ziriza.
La mesa fue una crónica particular de las visiones (propias y compartidas) de cada uno. Un profesor me dijo que «más que un título es la inquietud diferencia a los periodistas de verdad de los demás». Con el tiempo, me di cuenta de que mi problema es que aunque me tildan de radical, no pretendo convencer a nadie de que comparta mi forma de hacer las cosas. Cada uno interpreta la vida a su manera y eso es lo que hace que, a pesar de los intereses comerciales de los medios, el periodismo no haya muerto del todo.
Y algo de eso tuvo, también, la última mesa de la jornada: Jose Pazos contra todos. El cantante de Futuro Terror es un tío con principios, cosa no muy habitual en los tiempos que corren. Es uno de esos personajes con los que me gustaría hablar más, porque me gustaría que tomase conciencia de su importancia en esa escena de la que reniega, igual que imagino que él tiene muchas cosas que criticarme a mí y a esta ciudad donde ambos vivimos. Soy de los que piensan que para resolver un problema hay que formar parte de él y creo que su visión política del asunto y las horas de lectura que le ha dedicado al tema le han hecho crearse una teoría propia que me interesa.
Estoy de acuerdo en muchas de las cosas que dijo, y en otras no tanto. Pero, al menos, las dijo, que era de lo que se trataba. Se erigió en defensor de las minorías, criticó sin pelos en la lengua el colegueo capitalista del Mainstream, desarrolló su teoría del porqué han muerto las Grandes salas del estado, se cagó en las etiquetas… pero, no consiguió que el debate de músicos se acabara convirtiendo en un: «la mayoría quiere ser Love Of Lesbian (o las hinds aunque toquen como el culo)».
Santi Campillo puso la experiencia y el anecdotario. Tenerlo allí con ese aire de normalidad rural fue todo un acierto por parte de la organización. Igual que Francisco Javier quien, sin quererlo, jugó el papel de representante de los grupos emergentes con la descripción de sus ambiciones, sus aspiraciones, sus quejas, lo complicado que es llegar a los medios… y, entre todo ese batiburrillo, por fin, llegó la interacción Público-Ponentes. Más vale tarde que nunca.
De ese «toma y daca» salieron temas para la quinta edición, como la didáctica del periodismo y los rockeros, el mundo intermedio entre el underground y el mainstream… Y lo corto que se quedan cinco horas para cambiar el mundo.
Un arroz en la cafetería de la Universidad cerró el debate. Allí dejamos nuestros rolles de mesa redonda, nos mezclamos y le dimos un toque más distendido a la relación lógica entre músicos, periodistas, empresarios y demás agentes de este mundillo. Lástima que no hubiera streaming de la comida, porque hubieran completado el documento de una mañana que esperemos que se repita próximamente.
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