Perlak y el placer de unas vacaciones musicales en Alicante

Pasado mañana, 8 de marzo, much@s celebrarán el día internacional de la mujer, dando trascendencia a lo que, como dijo Patxi Agirre en el programa Be XL: «debería ser normal». 

Nosotr@s nos adelantamos a la celebración e invitamos a tocar en Alicante a un grupo vasco que llevábamos tiempo con ganas de volver a ver en directo.Ya no resulta muy extraño ver bandas con mayoría de chicas (Rosy Finch, Hinds, Estrogenuínas, Ultrazorras…) lo que no es tan habitual, es ver, por estos lares, un concierto en Euskera. 

Así que, hablamos con los chicos del Euterpe (tan majos y dispuestos como siempre), pusimos empeño, y la buena amistad que mantenemos de los tiempos de Syrah (y del syrah) y la cuadratura de las agendas hizo el resto. Un concierto vacacional para ellos y una oportunidad para saber hasta qué punto somos hospitalarios l@s Alicantin@s, para nosotr@s.  

Sin city, ni beach, ni tardeo… La palabra placer resumiría todo lo acontecido, desde la llegada la noche en la que l@s dimonis quemaban la sardina, hasta la despedida, pasando por el concierto, las rutas por el Jendrix, el Supporter, La Ambrossía, La Nyora, El coscorrón, el Cuclillo, el mono, el Clan Cabaret y todo lo que huele a Underground en Alicante, las conversaciones sobre los números de popular 1 compartidos, los enanos de Freddy Mercury, la colcha de Madagascar, la comida libanesa, las catas de Ginés, el caldero, las groupies del amigo Mikel, la jam femenina del Jaleo, la Exposición de Mise y Toni Cuatrero, la visita a Artegalia, montarse en un tigre, destrozar la pista de baile, reencontrarse con Augusto, 20 años después y así, hasta completar cuatro días intensos, divertidos, con pocas horas de sueño y muchas sonrisas y afectos para desmitificar la fama de las vascas.

El concierto, que es a lo que se suponía que venían, fue digno de una buena noche de los 80. Quizá debíamos haber pensado en una especie de traducción simultánea para los 30 buscadores de emociones diferentes que se acercaron a Sant Joan un jueves, pero hay much@s que tampoco entienden el inglés y van a ver a Foo Fighters, Metallica o Iron Maiden. 

Hubo un público selecto con representantes de La escuela de Rock de la UMH, La hiena, Vega Baja Radio, alicantinos con palabra (que también los hay), un representante de Los Sanguangos… un par de postadolescentes y unos cuantos amantes de la música más, viendo como el idioma más complicado de la península también puede sonar bien. 

El bolo empezó con «Duela mina», un alegato a la negación: «Cuando una chica dice no, es no», cantado sobre una envoltura oscura. El fin se transformó en principio, mientras nuestra memoria evocaba ese debut en el Udaberri Fest hace ya cuatro años. 

Moon marcaba la pauta, como un reloj que acelera el ritmo normal del tiempo, 3 voces conjuntadas, una linea de bajo simple y sucia, guitarras que mezclaban delay y distorsión en proporciones similares y un calentamiento en forma de «Komuneko errege» (rey del baño) que acabó de acercar a los presentes al escenario.

Las tierras perdidas desmitificaban el concepto de patria. Las vascas empezaban a sentirse como en casa a base de «E»s gritados con rabia y esa voz de Miren que nos enamoró en aquellos conciertos de Napoka Iria que nos tragamos cuando todavía vivíamos en el norte. 

El cantábrico, se transformó en Mediterráneo por una nohe, a ritmo de Joy division. Vimos algo impensable hace no mucho tiempo, a Patxi perdiendo su miedo escénico cantando «Ama» en el ratito nostálgico de la noche que encadenó «Isilpeko» con  «Moon in the sky«, título que sería más fácil de entender a medida que los días fueron pasando.

La emoción iba in crescendo, el sonido perfecto y anestésico y nuestra favorita «emakume kuantikoa» como banda sonora de un momento de recuerdos del local, copas de vino y sentimientos compartidos, que ahora suenan de otra manera, pero que nos hacen volar como pájaros que escapan de la rutina y anidan unos días en la terreta.

Así, en color, o koloretan, con un contexto diferente, el que te dan los viajes, los amigos que te acompañan y la gente nueva que conoces, los sitios inesperados, los finales que no llegan y, como no, la música que como en el cuento del flautista de Hamelin, te ayuda a encontrar el camino idóneo sin necesidad de brújulas de móvil.

Esperemos que también sirva para que Maite, Patxi, Miren, Moon y Mikel nos vuelvan a visitar muy pronto.