Erase una vez un príncipe sin corona,
una rosa seca de San Valentín
y un bombón a medias carcomido
por la novia que no pasó de amante
en la intrascendencia del día que sea,
si lo importante, en el fondo,
siempre ha sido y será, sentir.
Hojas arrancadas de un cuento de hadas,
cenas sin etiquetas ni menús, ni postres,
las perdices en el microondas girando
con el amor que te hizo más fuerte
mientras suena la canción que te recuerda
la decepción perdonada. La suerte.
El amor es una esclavitud deseada,
renunciar a la felicidad de estar solo,
sucumbir a la dependencia
de la que tantas veces renegabas.
Ceder, sentir celos, comprar anillos
escuchar al puto Coque Malla.
¿Qué es querer? dejarse sorprender,
estar dispuesto a compartir, incluso,
tu egoísmo, a cambio de nada.
Dejar que te manchen la cara,
enamorarse de sus defectos
amarla con su feo pijama de felpa.
Quererla hasta cuando te desespera,
y crees no entenderla, pero te esfuerzas.
Y acaricias su barriga, su cara sin maquillar
y escuchas atentamente todas esas cosas
que si no las contará ella te importarían
una puñetera mierda.
Y renunciar a los bares por una serie,
cambiar el concepto de las amistades,
hablar en plural inconscientemente,
discutir y follar, discrepar y hacer el amor,
transformar los sueños y las pretensiones
hipotecarse porque no hay futuro sin ella
No cambiar, o, al menos, intentarlo.
¿Quién necesita coronas, ni castillos?
Mataremos juntos los monstruos
que se interpongan en nuestro camino.
Viviremos aventuras, soñaremos despiertos
y pasaremos de imaginar cosas contigo
a que vivas la realidad sonriendo conmigo.
Y no hará falta que sea 14 de febrero,
no importará que los demás crean
que el amor es sólo un maldito día
de rosas que pinchan y bombones pasados.
Es mejor una cerveza, un concierto,
vinos en dos copas y una cuña de queso.
Hacer el amor a nuestra manera,
bailando, comiendo, mirando como la luna
ilumina las estrellas, durmiendo entrelazados,
viajando sin movernos, desayunando con jazz,
leyendo, uno al lado del otro,
sintiendo la cercanía sin hipérboles.
Cultivando pasiones, teniendo orgasmos,
imaginando futuros que quizá no tengamos.
Tomando el sol, buscando rincones
donde sentirnos solos, (o juntos).
Escribiendo una historia diferente
Viviendo con la sensación de tener
mucha, pero que mucha, suerte.
Esa es la clave, valorarlo, no querer perderlo,
estar a gusto teniéndolo,
no envidiar lo que otros quieren,
lo que, seguramente, no te puedas permitir.
Simplemente, vivir, disfrutar de la compañía
y tratar de retrasar , lo máximo posible,
el momento fatídico y triste
en el que la muerte nos separe.
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