Si tenemos que ser objetivos, adoramos las apuestas arriesgadas, las que llaman la atención sólo de los que buscan vida más allá de la rutina de siempre. Y todos sabemos que en esto Un Fulgor de Moda Antónima se lleva la palma del buen gusto o la incitación a lo diferente, que no siempre tiene porqué ser raro.
La verdad, es una gran noticia, que por segundo año consecutivo, se hayan asociado con la Fundación Mediterráneo para traer a Alicante alicientes diferentes. En este caso dos: Marc Ribot (el 8 de mayo) y María Arnal i Marcel Bagés (el 22 de mayo).
Sonidos globales es una alternativa diferente, una experiencia única, una oportunidad que no se debe dejar escapar porque nunca se sabe si va a volver a repetirse, porque si se repite, no tendrá los mismos matices.
Es obvio que esta vez, el viaje sensorial no nos llevará a sonidos de Irán o de África, pero Marc Ribot (New Jersey, 1954) no se prodiga demasiado por estos lares y, la verdad, se agradece que venga, porque su dilatada carrera y los cojones que ha tenido para ir del norte al sur de la música en su trayectoria, bien merecen pagar los 15 euros que valen la entrada.
Él es el globo terráqueo en si, el puto amo de la fusión. Viaja del folk a la música cubana pasando por el free jazz con su guitarra. Y lo avalan grandes aventuras con Tom Waits, Solomon Burke, Elvis Costello o Allen Touissant. Vamos, que para el desencierro paulatino, no hay mejor compañero de viaje.
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María Arnal i Marcel Bagés
A veces, somos tan gilipollas que menospreciamos a un músico por ser alicantino, catalán, o español. ¡Así de burr@s somos! Todo tiene que tener una etiqueta. Pero, ¿qué pasa si dos locos se proponen musicar la naturaleza, o dicho de otra manera, hacerte viajar a tu paraje natural favorito a través de la música? Pues sí, no hay mucha gente en el mundo (quizá algún islandés aburrido) que se atreva a retar a tu subconsciente como lo han hecho María Arnal i Marcel Bagés con su nuevo disco «Clamor».
Si a esto le unimos, que vienen de maravillarnos con «45 cerebros y un corazón», el triángulo equilátero pierde la (in)exactitud de su (im)perfección y el mundo se convierte en uno de esos globos que giran cuando les pegas un meneo con todas tus fuerzas para que se pare justo donde no te atreverías a viajar nunca. Más o menos tan lejos, y tan fuerte, como lo que siente quien ha escuchado alguna vez la voz de María en directo.
Ni el folk, ni la electrónica se habían concebido nunca con tal sutilidad. Y eso, concuerda a la perfección con las necesidades de tu cerebro. Si no me crees escucha clamor. Y si te gusta, justo debajo tienes el caminito de perlas para comprar la entrada y sentirte más humano y menos simple:
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