La nostalgia no va con los alicantinos… por lo que dicen las malas lenguas, ésta es una ciudad más de destruir que de crear, más de olvidar que de recordar, más de emprender que de cuidar lo que, ya, tiene, y si hay que cargarse la Plaza más hermosa de la ciudad para construir algo que hace daño a los ojos, pues se acomete (sin problema), si hay que desprestigiar el Casco Antiguo, base de la vida de la mayoría de las ciudades del mundo, – no importa – ¿Qué más da la historia? si tenemos modernismo… pero ¿lo tenemos? ¿de verdad?
El sábado traté de retractarme de mi artículo sobre el tardeo, e iluso de mí, fui a ver si algo había cambiado… pero no, aunque había menos gente que en pleno invierno, ahí seguían los flyers en el suelo, los horteras y los restos de la operación bikini peleándose por saber quién grita más (no me extraña que los vecinos se quejen).
Aguanté una visita a mis puestos favoritos del Mercado (que no venden cerveza de «contrabando»), una tapa en la Tapeta y una cerveza en el «Cuclillo», donde me codeé con esos míticos, que un día fueron punkies y han evolucionado cada cual a su manera.
La morriña entró en escena y, en silencio, escuché hablar a la memoria de los sabios contando historias sobre el Cure, la plaza de los punkis, el Confetti (cuando molaba), la carcoma y el Huesos. Es evidente, que el paso de los años exagera la realidad, pero tal fue la melancolía, que viendo lo que ofrecía la publicitada Rentrée, decidimos coger el Delorean y oler un poco el pasado, con su pepito del Guillermo y todo.
Luisito (a sus 40) y Vicente hicieron de cicerones. Nos contaron que Stereo, antes se llamaba Sala Apache, las veces que se intoxicaron en la Tetería del zoco, que hubo un día en Alicante en el que la gente gastaba más camisetas negras que minifaldas y pintalabios e incluso que la Ruta de la Madera, se llama así, porque la decoración de los bares era eso: de madera.
El caso es que, nostalgia al margen, nos dimos cuenta de que, aunque de otra manera, y a pesar de los vecinos quejicas que chaparon muchos bares, esas tres calles siguen ahí. Quizá los tiempos han cambiado, pero la música no tanto y, resulta que hay gente que mantiene vivos el rock, el punk, el grunge y esos géneros que no tienen cabida en Castaños y en los bares de moda.
Nos tomamos una cerveza, con el selecto club «privado» del Viva La Pepa, dejamos la calle Capitán Segarra para la semana que viene, cuando toquen La Chiado y Manuche en el Clan Cabaret, y nos fuimos a ver a Mauri, y el sarao Jake fest que había montado. Nos consta que en el Jendrix habría conciertos cada día si conseguir permisos no fuera una odisea, pero bueno, todo llegará.
Nos entretuvimos viendo punteos ochenteros sobre bases grabadas y una voz angelical cantando desde el «I Feel Good», hasta el «Call me» de Blondie, pasando por el «my sharona» o el «I love Rock & Roll». No soy muy de covers, pero bueno, al menos, buen gusto, no les faltaba a esta curiosa pareja.
La idea era seguir la fiesta musical en el Jaleo, pero nos fuimos a jugar al futbolín al Brujos. Allí reafirmé que el heavy y el punkrock han tenido mejores épocas, pero que una parte de la idiosincracia alicantina, reside en los sueños de madera que no llegaron a arder.
Quizá, haya que retocar la fachada, pero la esencia de la vida de esas tres calles y la historia que concentran, no habría que minusvalorarla. Tampoco hay por que ser estúpido y exagerar con eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Simplemente, creo que esa Alicante del Barrio, de la Zona (que está empezando a resucitar) y la ruta de la madera, tenía más variedad y encanto, y que tal vez, haya un turismo más decente que el que atraen las iniciativas que lo único que venden es un cubata a un euro más barato o un chupito gratis.
Hubiéramos acabado en el Clover… pero ya no está el horno para bollos, así que ampliamos el círculo, y como, por desgracia, han cerrado La Puça, acabamos con una ronda de croquetas y quesadillas del JacaPaca y un ratito de Vinilo con cerveza en La Cucaracha antes de dormir soñando con otro sábado alternativo.
Ahora no hay que esperar al finde para poder tomarse una cervecita escuchando buen rock por la ruta de la madera, el viernes 23 se inauguró un local en el q se puede desayunar, tomarse un aperitivo o terminar la tarde con unos dardos o un futbolin escuchando buena musica….Bravo!!!
Desde luego, en los 90, que fue cuando empecé a salir, había más variedad, tanto de zonas para salir, como bien decís, como lugares con más encanto, más personalidad, en general. Reconozco que soy una nostálgica sin remedio, aunque eso no quiere decir que no valore también lo nuevo, si es bueno. Creo que el hecho de que la Ruta de la Madera siga resistiendo es buena señal, aunque siempre se pueda mejorar.
Por cierto, no tenía ni idea de que se estuviera reactivando La Zona. Por allí sí que no salgo desde que era una adolescente.
No perdamos la esperanza. Siempre queda gente con ganas y empuje. Roma no se hizo en dos días.