Antes del érase una vez, centremos el momento, porque no está de más recordar que en todo este tiempo de espera, la guerra Siria ha ido a peor, los líderes de esta vieja Europa siguen avergonzándonos, han cambiado los alcaldes de un montón de ciudades en España, la crisis sigue latente aunque algún barbudo, muy poco hipster, con ansias de revalidar su condición de presidente, se empeñe en decir lo contrario. A estas alturas, no hace falta que entremos a valorar porque los españoles somos tan dados a robar fiestas, y como por la jarana no respetamos ni a los muertos, ni a los santos, y una vez más, nos hemos apropiado de una de estas costumbres anglosajonas, para enmascarar el dolor detrás de un disfraz muy feo, heridas de pega, telas de araña y atrezzos oscuros ¡cómo si no hubiera ya suficientes zombies y brujas sueltas por el mundo!
Pero, bueno, como dice la canción: «Puestos a pedir, que alguien baje y llene el saco». Si no es de caramelos, que sea de alegrías similares a las que da escuchar que todo empieza con ese sonido de batería anunciando que el tiempo de desdoblarse ha llegado y el influjo de la deriva va a agasajarnos durante el próximo par de horas.
Nos quitamos los disfraces, o tal vez nunca nos los llegamos a poner, el caso es que con la puta vestida de rey es más fácil sentir el proceso de hacernos minúsculamente enormes al son de la música que sale del escenario.
Un golpe maestro, pone el ritmo de sprint que nos va a tocar correr. El regusto de la miel de las colmenas se mezcla con el del último trago de cerveza y de postre: el hueso de santo que un duende de pelo blanco ha colado en la grada.
La distorsión del estribillo regenera las ganas de vencer y la mosca que revoloteaba en la pared, se posa sobre la planta de nuestros pies. Podríamos pisarla, bailar sobre ella sin aniquilarla… pero como seguimos siendo sensibles, las cosquillas nos despiertan y, sí, siguen allí, intactos. Y sí, es cierto que, la disección del bisturí rompe las paredes del laberinto del festín y curiosamente, las más de cinco mil personas allí presentes, vemos, de repente, lo que Pucho quería que viésemos.
Por eso, llega la hora de cerrar los ojos. Soñar despiertos y provocar un resplandor bailando como si no hubiera mañana… Pero no, el fuego del pirómano, se puede convertir en sol en mitad de una noche, que empezaba a tener visos de canción de Raphael caricaturizada por Alex de la Iglesia.
Mientras quede una chispa de luz, habrá esperanza. Porque aunque la maldita dulzura forme parte de la historia, hay veces que es mejor no hablar ni del tiempo, ni del miedo, ni de olvidos. ¿quién sabe la cantidad de mapas que habremos dibujado mal en todo este tiempo? ¿cuántas veces habremos equivocado el rumbo? ¿qué habría sido de nosotros sin las postales sin sellar? ¿sin los errores?¿sin los cambios que nos hicieron un poquito mejores?
Perdidos o no, allí estábamos todos, acostumbrados a reemprender la senda, recontando pasos hacia atrás, rectas torcidas en borradores y rectificaciones, para acabar con el mito del «Sálvese quien pueda» y dibujar un futuro en el que todos estemos a salvo, convirtiendo las cosas que podríamos hacer en las que queremos hacer, y acabar llegando a una misma conclusión: que sin vosotros duele más. y que con idiotas, o sin ellos, la realidad que vivimos no está tan mal.
Si a estas alturas no habéis aprendido, aún, a ser valientes, es que tenéis que empezar a leer la historia otra vez. Porque la canción, no es más que un himno de una generación, que parecía perdida, del que los más modernos reniegan o, simplemente, se han cansado.
Y no, disculpad mi osadía, pero no soy yo, ni eres tú, ni es Pucho, ni el Indio, ni el barman, ni el encargado de seguridad, ni el médico que no llega, ni Baglietto, ni Galván, ni Latorre… somos nosotros, bailando al unísono, como los protagonistas del libro que escribimos, como los cuatro gatos que estábamos en aquel concierto del Antzoki, los que conocíamos la versión de «mira» antes de que el día en el mundo catapultara a estos chicos a los que la fama, por suerte, no ha devorado del todo.
Así que les agradecemos las más de treinta veces que hemos tenido la suerte de verlos en directo y esperamos que la deriva les lleve a publicar más discos y a que esta historia siga sonando tan bien durante muchos, muchos años.
(Continuará…)
Y aquí el set-list del concierto:












Ni pucho lo hubiera escrito tan enrevesadamente hermoso
Patricia L
Sublime tu relato!!
Hola,
Ayer leí este relato y me acosté feliz. Ahora que lo releo me Di cuenta de que no soy la única que se siente bien escuchando a V.morla. Agradezco a este blog la originalidad por qué aunque muchos hacen crónicas pocos saben hacer que los que han estado cerca del escenario revivan lo vivido y ustedes son uno de los. Que saben hacer eso.
Gracias Vetusta y gracias Alicante Live Music.
Soraya J.