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Alicante Live Music

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Relato de una noche con Vetusta Morla en Alicante.

02/11/2015 por Alicante Live Music 3 comentarios

El mejor grupo de la última década en España, Vetusta Morla, está a punto de cerrar un capítulo de la deriva, ese disco rutilante que, durante más de un año, lleva contagiando alegría a seres de toda la geografía mundial. 
La penúltima parada de esta gira, que pondrá sus enésimos puntos suspensivos dentro de tres semanas en el Barclay Center de Madrid, llegó a Alicante, cual refugiado errante ataviado con la experiencia que más de un año en carreteras y escenarios dejan a quienes caminan al son de ese milagro llamado música. Si os preguntáis por el  premio que le conceden, a los que se atreven a vivir en directo lo que el vinilo nos cuentan a medias, os podemos adelantar que no hay mayor galardón que aprender a distinguir el color de escenas, como las que hoy os vamos a contar. 
Antes del  érase una vez, centremos el momento, porque no está de más recordar que en todo este tiempo de espera, la guerra Siria ha ido a peor, los líderes de esta vieja Europa siguen avergonzándonos, han cambiado los alcaldes de un montón de ciudades en España, la crisis sigue latente aunque algún barbudo, muy poco hipster, con ansias de revalidar su condición de presidente, se empeñe en decir lo contrario. 
Ha llovido mucho desde que despedimos a los participantes de la Volvo Ocean Race, en aquel concierto en el puerto, hace poco más de un año. Atrás quedaron festivales veraniegos, viajes imaginarios, giros que rayaron un vinilo que ha pasado en  quince meses de ser nuevo a usado, o muy usado, más bien. 
Han ocurrido tantas cosas, que para cuando nos hemos dado cuenta, eso que llamábamos día de todos los santos, o de las castañas, o Magosto, se llama ahora Halloween.

A estas alturas, no hace falta que entremos a valorar porque los españoles somos tan dados a robar fiestas, y como por la jarana no respetamos ni a los muertos, ni a los santos, y una vez más, nos hemos apropiado de una de estas costumbres anglosajonas, para enmascarar el dolor detrás de un disfraz muy feo, heridas de pega, telas de araña y atrezzos oscuros ¡cómo si no hubiera ya suficientes zombies y brujas sueltas por el mundo!

Pero, bueno, como dice la canción: «Puestos a pedir, que alguien baje y llene el saco». Si no es de caramelos, que sea de alegrías similares a las que da escuchar que todo empieza con ese sonido de batería anunciando que el tiempo de desdoblarse ha llegado y el influjo de la deriva va a agasajarnos durante el próximo par de horas. 

Basta con esos primeros acordes para darse cuenta de que las diferencias se pueden llegar a  transformar en pequeños matices que nos hacen grandes sin que, seguramente, entendamos, ni tengamos que entender, porqué. (Habrá que llevar a algún político a un concierto a ver si bajan el 21% de IVA y se dan cuenta de algunas cositas que desde sus burbujas pasan desapercibidas).
Para quien todavía dude de la existencia de la magia, os diré que, de repente, ausentes las brujas sin disfraz, recuperamos la buena costumbre de bailar con quienes hace no mucho tiempo eran nuestros hermanos. Sin las cadenas que nos atan a la monotonía, somos capaces incluso de aparcar trivialidades como la interpretación de los cómos y los porqués, o los enfados con ciertos organizadores de conciertos que nos han dejado sin la posibilidad de hacerles llegar a los vetusta unos ejemplares del No guardes en la cabeza lo que te cabe en el bolsillo  que coprotagonizan (aunque ellos aún no lo sepan).

Nos quitamos los disfraces, o tal vez nunca nos los llegamos a poner, el caso es que con la puta vestida de rey es más fácil  sentir el proceso de hacernos minúsculamente enormes al son de la música que sale del escenario.

Un golpe maestro, pone el ritmo de sprint que nos va a tocar correr. El regusto de la miel de las colmenas se mezcla con el del último trago de cerveza y de postre: el hueso de santo que un duende de pelo blanco ha colado en la grada.

La distorsión del estribillo regenera las ganas de vencer y la mosca que revoloteaba en la pared, se posa sobre la planta de nuestros pies. Podríamos pisarla, bailar sobre ella sin aniquilarla… pero como seguimos siendo sensibles, las cosquillas nos despiertan y, sí, siguen allí, intactos. Y sí, es cierto que, la disección del bisturí rompe las paredes del laberinto del festín y curiosamente, las más de cinco mil personas allí presentes, vemos, de repente, lo que Pucho quería que viésemos. 

Daban ganas de incendiarlo todo, sucumbir a las costumbres del otro lado del charco, y dejar de ser nosotros, o los refugiados sirios, los que caen, mueren, se ahogan injustamente mientras los de la poltrona siguen engordando.

Por eso, llega la hora de cerrar los ojos. Soñar despiertos y  provocar un resplandor bailando como si no hubiera mañana… Pero no, el fuego del pirómano, se puede convertir en sol en mitad de una noche, que empezaba a tener visos de canción de Raphael caricaturizada por Alex de la Iglesia. 

Debe ser que sigue siendo bueno lo de quebrar el timón, romper los mapas y hacer eso que suena demasiado bien. A tientas, como si las palabras no tuvieran que tener sentido, y más que un salvavidas, fueran una brújula que marca el norte cuando cantas y aprendes a arder, ignorando si estás en una plaza sin toros o en los cuarteles de invierno, a los que llegaremos dentro de unos meses.

Pero como todavía hace calor, dejamos el duelo para cuando haya razones para no estar tan contentos y tengamos que recordar el influjo de Copenaghe, para motivarnos a dejar de acumular razones para huir, motivos para correr, mentir, o para buscar a Alicia en un pasado de cuentos de hadas en el que aprendimos a jugar con el azar, una partida a un juego que acabará cuando no nos tengamos que disfrazar para parecer muertos vivientes. 
Los agostos del tour de Francia se transformarán, entonces, en el fondo del vaso de vino que nos beberemos en Aranda, o en Miranda, o en Beniyork, o en cualquier festival donde nos podamos reencontrar con esta sensación tan parecida a salir de la jaula de la rutina y podamos convertir este día cualquiera, en un día en el mundo que está a punto de convertirse en diez años de jornadas sin domador. Casi tantos como los que llevamos entonando Lalalalalalás por saharauis, sirios, lorquianos sin casa y otros que, como nosotros, se refugian en los latidos que nos hacen celebrar que, aunque los días estén contados, la historia continuará. 
Es el gusto que da sentirse libre para abrazar a la persona que más quieres, o para bailar con un desconocido, o para mandarle un whatsapp a esas personas con las que alguna vez gritaste aquello de «Se lo llevó la tormenta y el tiempo».
Mientras quede una chispa de luz, habrá esperanza. Porque aunque la maldita dulzura forme parte de la historia, hay veces que es mejor no hablar ni del tiempo, ni del miedo, ni de olvidos. ¿quién sabe la cantidad de mapas que habremos dibujado mal en todo este tiempo? ¿cuántas veces habremos equivocado el rumbo? ¿qué habría sido de nosotros sin las postales sin sellar? ¿sin los errores?
¿sin los cambios que nos hicieron un poquito mejores?

Perdidos o no, allí estábamos todos, acostumbrados a reemprender la senda, recontando pasos hacia atrás, rectas torcidas en borradores y rectificaciones, para acabar con el mito del «Sálvese quien pueda» y dibujar un futuro en el que todos estemos a salvo, convirtiendo las cosas que podríamos hacer en las que queremos hacer, y acabar llegando a una misma conclusión: que sin vosotros duele más. y que con idiotas, o sin ellos, la realidad que vivimos no está tan mal.

Quizá si al hombre egoísta le diera por repartir lo que ha acumulado en su saco, o si puestos a pedir, nos conformáramos con sonrisas ¡tómalo, tómalo! con bailes ¡tómalo, tómalo! con abrazos ¡tómalo, tómalo! compartiendo los espacios que nos sobran, legados, caramelos, trucos y tratos ¡tómalo, tómalo! En la Roma, en Palermo, en Gran vía o en Alicante, mientras más profetas de la mañana seamos y más se extienda la música de este grupo de Tres cantos, mejor para el mundo. 

Si a estas alturas no habéis aprendido, aún, a ser valientes, es que tenéis que empezar a leer la historia otra vez. Porque la canción, no es más que un himno de una generación, que parecía perdida, del que los más modernos reniegan o, simplemente, se han cansado.

Y no, disculpad mi osadía, pero no soy yo, ni eres tú, ni es Pucho, ni el Indio, ni el barman, ni el encargado de seguridad, ni el médico que no llega, ni Baglietto, ni Galván, ni Latorre… somos nosotros, bailando al unísono, como los protagonistas del libro que escribimos, como los cuatro gatos que estábamos en aquel concierto del Antzoki, los que conocíamos la versión de «mira» antes de que el día en el mundo catapultara a estos chicos a los que la fama, por suerte, no ha devorado del todo.

No sé las veces que habremos pintado la habitación, pero imagino que seguirá sin convencernos el color. Seguramente, porque un solo tono no es suficiente para definir el arcoiris de matices que esta historia de Vetusta, que llevamos tantos años tratando de interpretar, deja siempre unos puntos suspensivos, una puerta abierta, o un matiz reinterpretable que hace que aunque muchos los discutan, o los ninguneen: sean  un referente que abandera el presente que estamos viviendo y el futuro, mejor, que está por venir.

Así que les agradecemos las más de treinta veces que hemos tenido la suerte de verlos en directo y esperamos que la deriva les lleve a publicar más discos y a que esta historia siga sonando tan bien durante muchos, muchos años.

(Continuará…)

Ahh, por cierto, que hubo una previa del concierto con Mailers estrenando su Macondo que, también, mereció mucho la pena. Fue corto, pero divertido y vino bien para calentar motores y entrar en Materia, (con petición de aplauso para el nuevo alcalde de Alicante incluido)
Aquí os dejamos el programa previo al concierto que hicimos en AlacantiTV: 
http://alicantelivemusic.blogspot.com.es/2015/10/programa-24-especial-vetusta-morla.html

Y aquí el set-list del concierto: 

Publicado en: Alicante Live, Crónicas, Música ALC Etiquetado como: Crónicas de conciertos



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Comentarios

  1. Anónimo dice

    02/11/2015 a las 20:54

    Ni pucho lo hubiera escrito tan enrevesadamente hermoso

    Patricia L

    Responder
  2. Anónimo dice

    03/11/2015 a las 08:48

    Sublime tu relato!!

    Responder
  3. Anónimo dice

    03/11/2015 a las 13:14

    Hola,

    Ayer leí este relato y me acosté feliz. Ahora que lo releo me Di cuenta de que no soy la única que se siente bien escuchando a V.morla. Agradezco a este blog la originalidad por qué aunque muchos hacen crónicas pocos saben hacer que los que han estado cerca del escenario revivan lo vivido y ustedes son uno de los. Que saben hacer eso.

    Gracias Vetusta y gracias Alicante Live Music.

    Soraya J.

    Responder

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