La idiosincrasia y el chovinismo son dos conceptos básicos de funcionamiento que le faltan a Alicante. Una ciudad sin amor a su patrimonio, y a su historia, no tiene futuro, quizá por éso el lunes pasado me alegró escuchar, en la Cadena Ser, que el equipo de Gobierno, con Fernando Marcos a la cabeza, se había reunido para tratar de dar un impulso a la zona del Casco Antiguo.
¡Elemental querido Marcos! Alicante debe ser la única ciudad del mundo que no rinde cuentas a su parte vieja. En Donosti es la zona de Pintxos, en Logroño un monumento al vino y la gastronomía riojana, en Sevilla el epicentro del patrimonio cultural, en Castilla: la foto de postal… pero aquí es una zona decadente, con una «calle mayor» llena de terrazas para guiris, maravillosos museos que pasan desapercibidos para la mayoría de los visitantes, y los habitantes de la ciudad, y bares que se autodefinen como: ¡ésto ya no es lo que era!
Lo malo de esta iniciativa, como siempre, es que lo que se pretende con la reunión de los ediles, es reactivar el modelo económico de la zona, vamos que la palabra turismo vuelva a enmascarar la falta de aptitud de los benditos «solucionadores» de problemas de la ciudad.
La mayoría de los comerciantes de la zona piensan poco en el bien común y miran más bien a su bolsillo, pensando que el cliente es un ave de paso y que lo único importante es engañarle para que se siente en tu establecimiento, timarle sin importar su valoración futura, ni la posibilidad de que repita experiencia.
He ahí el problema, el egoísmo, la falta de escrúpulos y la enfermedad del dinero rápido, tan extendida por estos lares. Sin calidad no hay futuro, sin atractivos, no hay turistas y sin algo común que vender, jamás dejarán de ser bares de mierda a los que ningún alicantino iría ni invitado.
La solución, en mi modesta opinión, nace en la buena vecindad. Entender que la cosa es atraer a la gente como colectivo, y no saturarla. Los flyers y los camareros pesados en la puerta del establecimiento, denotan falta de linaje y a estas alturas, basta con darse un paseo para saber que el centro histórico de Alicante tiene 3 epicentros emergentes: El Maca, el barrio de Santa Cruz y la Concatedral.
En torno al museo y a la Basílica de Santa María, se empieza a intuir cierto movimiento cultural capitaneado por el Maca, el Santamaca, el Mubag, el Villavieja, la tienda de vinos de Alicante, La Nyora o el The October Press. Santa Cruz es lo que fue y espero que no cambie nunca y alrededor de la Concatedral hay una especie de zona improvisada de culto al vino y al buen comer, encarnado por sitios como La Ambrossía, el Boca de Vin, el Villahelmy, el Alioli… que sin querer, han sido el reclamo perfecto para que muchos habitantes de esta ciudad regresen al Barrio,
Siendo una ciudad tan cosmopolita, viene bien que emerjan restaurantes de todo el mundo. A Charly y su bohemio marroquí, se le han sumado el Mish Mish, y la comida libanesa, los puestos de Pizza y los italianos, el nuevo mexicano de la plaza de San Cristobal, el Tailandés, los kebaps… está El Claustro, con su zona de terrazas, que quizá habría que aprovechar más para eventos culturales y, quizá los cambios vendrían por recuperar el esplendor de 3 zonas: La plaza del Carmen, La plaza Quijano, que a lo mejor, a parte de una zona de alterne nocturno, podría acabar siendo una especie de Plaza Mayor de Madrid, como alternativa al tardeo y al invisible «vermuteo dominguero» alicantino y La Calle Mayor, a la que habría que exigirle un poco más de calidad y, porque no, ser un epicentro de la gastronomía alicantina, para no tener que irse al culo del mundo a comerse un buen arroz, o para que alicantinos y turistas entendamos que en Alicante también hay buenos vinos.
No sé, la gastronomía y la cultura, pueden definir mejor que el turismo, lo que le falta al Casco Antiguo de Alicante. Pero, al final, todo se resume en una frase: «Querer lo alicantino», sea en forma de monumento, de vino, de persona, o de turista, que por una semana se siente como tú y como yo.
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